A vosotros no les aconsejo el trabajo sino la lucha.
A vosotros no les aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Vuestro trabajo debe ser
lucha y vuestra paz, victoria! Solamente armado con arco y flecha es como puede
callar y estar quieto; de lo contrario se parlotea y se protesta. ¡Vuestra paz
debe ser victoria! ¿Qué la buena causa santifica hasta la guerra? Yo les digo
que la guerra santifica todas las causas. La guerra y la valentía han hecho
cosas más grandes que el amor al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra
valentía han salvado ahora hasta ahora los accidentados. Preguntáis “¿Qué es
bueno?”. Ser valientes es ser buenos. Dejad que las niñas digan: “Es bueno lo
que es bonito y enternece”. (NIETZSCHE)

miércoles, 12 de diciembre de 2007

El Ser de Aristóteles (texto filosófico)


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No está demás tomar a consideración lo dicho por Diógenes Laercio. Aristóteles era, dice, el más genuino de los discípulos de Platón[1]. Tal frase había sido dicha varios siglos después de que Aristóteles dejara de existir y aun después de haber sido consagrado por muchos el hombre más sabio de su tiempo. Pero llamarlo discípulo de Platón no es algo gratuito, pues Aristóteles fácilmente podría ser considerado un pensador autónomo y con descubrimientos propios. Sin embargo, solo recientemente se ha tomado valor a lo dicho por Diógenes Laercio, cuando los nuevos estudios del siglo XX optaron por mostrar ante la evidencia de los análisis filológicos el acercamiento entre Platón y Aristóteles que había separado la tradición anterior a Jaeger. Platón era el filósofo que solo creía en la existencia de cosas suprasensibles y Aristóteles en las cosas sensibles. Esta contraposición ya no es radical ahora[2]., más bien se le ha venido a considerar a Aristóteles el continuador de las teorías platónicas, y por ello, por hacer aparecer una gran sarta de novedades conceptuales a partir de las especulaciones platónicas, fue llamado el más original de los discípulos.

Es en este hecho de tomar los descubrimientos platónicos que nosotros creemos que Aristóteles también heredó sus mismas preocupaciones. El problema del ser se origina en los griegos, mejor dicho, en Sócrates, Platón y Aristóteles, a partir de la “admiración” (thaumathó)[3]. Pero una admiración, un extrañamiento, no ante las cosas, o ante la realidad, sino ante lo que se dice. Lo que se dice es la opinión, la dóxa. Este extrañamiento es, entonces, ante lo que dicen los sofistas. El cuestionamiento de Sócrates cuando se extraña porque las personas hablen algo sin saber lo que es, ¿qué es la virtud?, pregunta desconcertado, pues lo que tú dices me parece irracional, ¿cómo es que hablas algo sin definirlo bien? Esta es la admiración. Su discípulo Platón no descansará hasta buscar esa frase que pide Sócrates a sus interlocutores, “lo que es” (to ón), y “lo que es” para Platón es la esencia (ousía). Toda la “Metafísica” aristotélica será un intento de responder a los sofistas[4]. Aristóteles ya no preguntará sobre la esencia de “x”, esto es, ¿qué es x?, sino que irá más a fondo, interrogará la misma pregunta, no cuestionará qué es “x”, ahora lo hará por el mismo “es”, por el ser[5]. Entonces dirá ‘ser’ se dice en muchos sentidos, sofista, ¿qué sentido estás tomando? Pues lo que tú dices me parece falso, es más, es falso.

No ha sido por las puras que Platón haya llamado a su filosofía una forma de dialéctica[6], y la dialéctica empieza con el agonismo. En la lucha por ganar la discusión (de ahí la palabra diálogo), en el juego agónico de la palabra.

No hay que dejar de notar que esas preguntas esenciales se hicieron primero respecto a los valores morales como ¿qué es la valentía? (“Laques”), ¿qué es la virtud? (“Menón”), ¿qué es el amor (“Fedro”, “Banquete”) y también sobre los valores cognoscitivos como ¿qué es la poesía? (“Ión”), ¿qué es la ciencia? (“Teeteto”), no encontramos preguntas sobre, por ejemplo, ¿qué son las plantas?, ¿qué son los animales?, ¿qué es el hombre? Esta última cuestión ya será el primer paso a una actividad científica natural, aunque el hombre no deja de ser un valor moral, aunque acaso es el que centra todos los valores anteriores. No hay, ni siquiera en Aristóteles, una pregunte que se preocupe por la relación que hay entre las cosas materiales y sus definiciones. Aristóteles llegará a preguntarse sobre el movimiento (“Física”), sobre Dios (“Metafísica” libro XII), sobre los números (“Metafísica”, libros XIII y XIV), pero no explícitamente de las cosas que existen y que percibimos. Por eso decimos que el sentido de la pregunta por el ser o toma primordialmente al mundo que percibimos. Hay conflictos de definiciones, pero definiciones que atañen al marco moral y epistemológico, mejor dicho, el sentido de la pregunta se dirige a un medio en que el lenguaje humano está en crisis. El inicio de la actitud filosofante es la crisis de los conceptos, que atrae siempre un ¿qué es?

Esta crisis trae agonismo, trae discusión sobre las definiciones que forman el marco conceptual en el que se sostiene el mundo político. No hay en Aristóteles un interés en primera instancia sobre “lo que hay en el mundo”.

En conclusión, el sentido que toma la pregunta por el ser no es más que una revisión de conceptos.

* * *


La “Metafísica” empieza buscando el objeto del saber más alto[7]. La Sabiduría es una ciencia que busca las causas y principios primeros. Las causas son cuatro: causa material, causa eficiente, causa final y causa formal[8]. Habría que determinar con más claridad la palabra aitía que en este escrito se lo traduce como ‘causa’. Aitía viene de acusación, del dar fundamento, de hacer responsable. Vemos ahora que Aristóteles dice: “El ser capaz de enseñar es una señal distintiva del que sabe frente al que no sabe, por lo cual pensamos que el arte es más ciencia que la experiencia” (Met. 981b8-10). El que sabe sabe “lo que es” y no enseña “lo que no es”. ¿Qué relación habría entre “lo que es” (to ón) y la “causa” (aitía)? La causa es la que da cuenta “lo que es”, es el contenido del ser. Es aquella que hace responsable al ser, la que dice qué es el ser. Así, la virtud (es algo, to ón) es por ejemplo “un valor moral que...”, y esta última frase es lo que se le acusa a lo que es, es decir, la esencia, lo que expresa la definición. De ahí que Aristóteles haya dado más importancia a la causa formal, es decir la ousía, la entidad. Pues la definición sería precisamente ella[9].

Hemos dicho, por eso, que la pregunta por el ser nace a partir de una revisión de conceptos, una tendencia a buscar la definición exacta. Esto lleva a analizar lo que es una definición, es decir, un ser.

También llama a la sabiduría como aquella ciencia que estudia “lo que es en tanto que es y de sus atributos esenciales”[10]. Pero ‘lo que es’ se dice en muchos sentidos, lo más importante es la entidad, lo que mejor describe ‘lo que es’. Pues para definir bien una cosa es decir “Sócrates” y otra decir “Sócrates sentado”, diferenciar esto es lo que hace el filósofo, no como el sofista que si se le pregunta qué es Sócrates, señalaría aquel que está ahí sentado, cosa que no define nada. De esta manera Aristóteles trata de aclarar que no debemos confundir lo accidental (aquellos que se dejan guiar por lo aparente) con lo esencial.

Cuando llega al estudio de la entidad, podríamos decir que en su intención de dar ejemplos de cómo se debe definir introduce lo que percibimos, lo que tenemos a la mano. La definición de hombre, de un animal, de Dios, de los números. Es ahí cuando Aristóteles empieza a bajar la mirada al mundo de los sentidos y en la búsqueda de aquella esencia de la definición encontrará una ontología, una física, una teología; pero siempre irá buscando definir “lo que es”, mejor dicho, tratar sobre lo que es en tanto que es, una definición eterna, que no varíe, pues no es opinión. Es esa búsqueda de la ciencia inhallable, de la filosofía primera, que Aubenque llamará nuevamente dialéctica.


(2006)



[1] Diógenes Laercio, “Vidas de los filósofos”, V1.
[2] Reale, “Introducción...”, pg. 200: “Aristóteles no se sitúa de ningún modo en el plano de los físicos, sino, como Platón, en el plano de quienes afirman la existencia de una sustancia suprasensible”.
[3] Aristóteles, “Metafísica”, 982b12-15: “los hombres –ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillados en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante las cosas de mayor importancia”.
[4] Aubenque, “El problema...”, pg. 93.
[5] “Metafísica”, 1003ª33-35: “la expresión ‘algo que es’ se dice en muchos sentidos”; 1017ª7-10: “’lo que es’ se dice tal ya accidentalmente ya por sí mismo”; 1026ª32-33: “pero puesto que ‘lo que es’, sin más precisiones, se dice en muchos sentidos”. “Categorías”, 1ª20-21: “de las cosas que son (ton ontón), unas se dicen de un sujeto, sin que estén en sujeto alguno”.
[6] Cfr. “Menón”, “Sofista”, “República”, “Fedro”.
[7] Met. 981b27-28: “cómo todos opinan que lo que se llama ‘sabiduría’ se ocupa de las causas primeras y de los principios”.
[8] Met. 983ª26-27.
[9] Met. 1028ª14-15: “es evidente que lo que es primero de (todos ellos), es el qué-es referido a la entidad”.
[10] Met. 1003ª33-35.

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