A vosotros no les aconsejo el trabajo sino la lucha.
A vosotros no les aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Vuestro trabajo debe ser
lucha y vuestra paz, victoria! Solamente armado con arco y flecha es como puede
callar y estar quieto; de lo contrario se parlotea y se protesta. ¡Vuestra paz
debe ser victoria! ¿Qué la buena causa santifica hasta la guerra? Yo les digo
que la guerra santifica todas las causas. La guerra y la valentía han hecho
cosas más grandes que el amor al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra
valentía han salvado ahora hasta ahora los accidentados. Preguntáis “¿Qué es
bueno?”. Ser valientes es ser buenos. Dejad que las niñas digan: “Es bueno lo
que es bonito y enternece”. (NIETZSCHE)

sábado, 31 de enero de 2009

LA FILOSOFÍA EN SAN MARCOS (2004-2008)


I. La falta de competencia



La filosofía es para los ancianos, digo esto porque la mente necesita desligarse de las sensaciones y de los instintos para pensar con pureza. Al joven por uno y otro lado le acecha los placeres carnales, su mente anda entre la carne y el espíritu.

Sin embargo, en estos últimos siglos hemos vivido a la champa, el débil vive como fuerte, los esclavos mandan, la mujer quiere ser hombre, etc., esta queja es la misma que lanza Guamán Poma en su carta al Rey, que el mundo está al revés. El mundo de las ideas, lo ideal, no se cumple en la realidad, hoy la frase “¡qué importa!” pulula hasta en los más idealistas, qué se va a hacer, así es la vida. Un joven filósofo es una contradicción, pero se da. Es un hecho que jóvenes estudien filosofía en la Universidad.

Ante ese factum hay que tomar decisiones. Por ello la pedagogía de los profesores de la escuela de filosofía debería adecuarse ante esa situación. Pero no es así. El objeto es un ser humano que está ardiendo de pasiones, ese es el obstáculo para los profesores de filosofía, porque ante una cita con una chica bonita o estudiar para un examen de Platón, es más seguro que vayan a lo primero, y es lo más normal.


***
La mayoría de profesores piensan que los estudiantes de filosofía son unos ancianos (más allá del hecho de que la filosofía sea para los ancianos, y para los jóvenes la guerra).

Si mañana hay un examen de Tomás de Aquino, por ejemplo, y justo hoy tengo una fiesta en donde voy estar con una chica que me gusta, yo como joven estudiante de la UNMSM voy a la fiesta, porque sé que ese profesor siempre aprueba. Con ello me perdí al no leer un gran texto de Tomás. Pero si yo sé que ese profesor es drástico y obliga a que estudiemos porque si no nos jala, entonces dejo toda fiesta y me pongo a estudiar.

Si, por otro lado, soy aplicado y me olvido de la fiesta, aun sabiendo que ese curso se aprueba a priori, llegado el final del curso todos tienen casi la misma nota, digamos todos tienen 16. Siento entonces una total desazón.

En aquellos dos ejemplos se manifiesta un rasgo importante de un estudiante joven: la voluntad. Lo que deberían hacer los profesores no es hacerse los ciegos ante la existencia de los instintos en el joven, sino aprovecharlos para el provecho de la escuela misma. El deseo sexual primó ante el amor a la sabiduría, en el primer caso; en el segundo, el deseo de ganar la competencia, o sea ser el mejor en el salón, se reprimió. Los dos resultados fueron en detrimento de la Escuela. El primero se vuelve un estudiante mediocre, el segundo un estudiante desencantado de lo que hace.

El problema está en que en la Escuela, la mayoría de profesores, no ponen presión, y creen que somos unos ancianos que no tenemos cuerpo y que por nuestra propia cuenta vamos a estudiar, como sí lo haría un anciano. Al joven le interesa la competencia, si se quiere unos filósofos viriles, ganadores, competidores que no le tienen miedo a nadie, se debe incentivar a la competencia.

La competencia es propiedad de la juventud, el goce que causa un triunfo arrastra a uno a realizar cosas inverosímiles. Si yo sé que si me saco la mayor nota voy a ser premiado con algo, al menos con la mención del profesor, entonces en una noche me puedo leer 400 páginas. Pero si sé que no tendré ningún goce, no llego ni a las 10 páginas.

En la Escuela de Filosofía falta incentivar a la competencia. Falta manipular la voluntad del estudiante para desarrollar su mente. Ante ello, por qué no mencionar a Fernando Muñoz, Dante Dávila, Ana María Gispert Sauch, JaimeVillanueva, David Villena, ellos obligan, ponen presión, dan miedo, así aprende un joven; un anciano no necesita ser presionado para estudiar. No hay concursos, publicaciones, premios, nada que incentive la competencia.

jueves, 8 de enero de 2009

¿Por qué filósofo y no ingeniero?

I



Que un joven con muchas necesidades económicas, perteneciente a un país pobre que está en pleno auge industrial, se proponga estudiar filosofía es cosa muy difícil de explicar. No es coherente que un pobre estudie filosofía. Sin embargo, daré los motivos precisos para que se entienda con qué coherencia se dio este proceso que empezó allá por la década del 90 y termina con estos ensayos de iniciación.

Los motivos que empujaron el proceso y que me llevó hasta la Universidad Nacional Mayor de San Marcos fueron dos. Primero, en este mundo, Perú a los inicios del siglo XXI, la idea de estudio es muy valorada, tal es así que los mejores hombres, según nuestros padres, son los que estudian. El segundo motivo es de carácter psicológico, la terrible tendencia, que en parte nací con ella y en parte me la inculcaron, de querer ser siempre el mejor, ser el mejor jugando fulbito, ser el mejor conquistando chicas, ser el mejor estudiando, etc. Mi búsqueda de ser el mejor en diversos aspectos también cayó en la finalidad que tenía como hombre, también debía ser el hombre más excelso. Y la imagen de hombre perfecto que tenía en mi cabeza era la de un hombre muy inteligente, idea que con el tiempo fue decayendo, pues el “progreso” moderno que estaba viviendo el Perú mostraba que era necesario estudiar, sino uno se perdía; mi padre creía que siendo médico o ingeniero iba a ser un gran hombre, pues no iba a tener necesidades de dinero, esta es la idea clave: estudia para que tengas dinero, para que tengas trabajo. Yo crecí con esa idea.

Entonces busqué ser un gran estudioso, cumpliendo con coherencia lo que planteaba la época. Me adiestré resolviendo problemas matemáticos y leyendo mucho, pues haciendo eso creía estar preparándome para ser un gran hombre. Pero lo curioso es que mi afán por buscar estudiar lo más difícil me llevó por caminos inesperados. Iba a ser ingeniero, porque en el colegio o en la calle se creía que el estudio más difícil era el estudio de la matemática, requisito indispensable para estudiar ingeniería, la lectura lo hacía por un placer aparte. Fuerte sorpresa me llevé cuando me enteré que los estudios de ingeniería, llámese electrónica, civil, industrial, se basaban todas en las ciencias puras como la matemática, la física, la química. Llegué a concluir que los físicos, por ejemplo, eran más inteligentes que los ingenieros civiles, pues los temas tratados en la física eran más profundos que de la ingeniería civil, ya que estos se reducían a aquellos, y no habría ingeniería civil sin físicos. También con los médicos pensé lo mismo, pues la técnica médica consiste en verificar qué enfermedad tiene una persona a partir de ciertos síntomas, para luego tomar ciertas medidas preestablecidas; sin embargo, los médicos, para sanar a un paciente, deben tener conocimientos obtenidos por otros y no por médicos, por ejemplo deberían utilizar los conocimientos del biólogo, del fisiólogo o del químico, de tal manera que el descubrimiento de un virus por parte de un biólogo era una labor más loable que el recetar ciertas pastillas para eliminar tal virus. Con estas conclusiones llegué a darme cuenta que estudiar ingeniería o medicina no era estudiar el conocimiento más alto que se puede lograr, tal como parecía por el status de estos personajes. Y sin embargo yo quería obtener los conocimientos más altos.

Por otra parte, a la par que resolvía problemas matemáticos, también leí mucho, especialmente literatura, pues con el correr del tiempo pensé que como los médicos o ingenieros no eran los más inteligentes, entonces deberían ser ellos, los literatos, los poseedores de tal sabiduría buscada. Fue con esta idea que empecé a crear mis primeras obras, entre poesía y cuento. Ya, inclusive, los matemáticos o físicos había caído ante los literatos, porque el conocimiento de los primeros eran muy parciales, muy diferente al de los literatos que sabían y contaban muchas cosas importantísimas para el hombre. Me gustaba mucho las obras de escritores de habla hispana como Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Ramón Ribeyro, Alfredo Bryce Echenique, entre otros muy conocidos; poco a poco fui leyendo obras ya no tan populares, más rebuscadas. No me gustaba mucho las obras de escritores de otras lenguas, tal vez por la traducción, pero ya entonces veía que estaba labor era admirable, conocía a través de estos libros pensamientos indispensables para un hombre, y más todavía para un adolescente turbado como yo, conversaba con personajes más vivos que yo, y no eran muy tontos como normalmente se cree que son los escritores, y se cree eso porque uno, al no poder captar la lectura, se aburre y se justifica ello pensando que la lectura es algo tonto y de por sí también los escritores.

Lo que llamaba “mi tendencia a ser siempre el mejor” lo manifestaba en el “profundizar”. Cada vez que podía me introducía en una lectura nueva, conocía nuevos países con solo imaginármelo, nuevas costumbres, nuevas formas de ver la vida, fue así como este conocimiento dada en imágenes mentales me permitían ya un poco criticar las ideas que traía de mi cultura. Pero la novedad más grande que encontré en estos libros de literatura fue algo así como un oscuro secreto de la humanidad, algo que se mantenía oculto para el mundo vulgar, pues esto no estaba dado para el entendimiento de una persona común, fue así que tuve la imagen de un personaje oculto para las personas: el filósofo. Hasta entonces no sabía qué era eso, no sabía qué hacían, y es así que recordando esto entiendo las caras extrañas que ponían las personas cuando se enteraban de que estudiaba filosofía. Fue en los libros de Henry Miller donde conocí por primera vez la grandeza de los filósofos, y el primero que conocí fue Frederich Nietzsche. Henry Miller era un entusiasta de las ideas de este filósofo y lo presentaba como su maestro. Su criterio de actuar eran los criterios de Nietzsche… fue tan solo esto lo que tumbó la sabiduría de los literatos… ellos también se reducían a un saber más profundo y más difícil, apelaban a la filosofía. También, por aquella época, me caía en la mano libros en que los matemáticos y los físicos también apelaban a la filosofía. ¿No era, entonces, la filosofía, este gran saber que andaba buscando? ¿No caí coherentemente en la filosofía siguiendo las ideas de la época en que me decían que estudie mucho y a profundidad y siguiendo las ideas de mi padre en que me decía que sea el mejor?

Sin embargo, terminando de estudiar filosofía, supuestamente el saber más alto, no he recibido por parte del mundo en el que vivo, y el que me empujó a esto, la corona de laureles por haber ganado esta primera competencia.

II

Luego entendí que la idea de estudio valorada por la época no era el estudio más alto, sino un simple saber técnico que te permite tener un trabajo.