A vosotros no les aconsejo el trabajo sino la lucha.
A vosotros no les aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Vuestro trabajo debe ser
lucha y vuestra paz, victoria! Solamente armado con arco y flecha es como puede
callar y estar quieto; de lo contrario se parlotea y se protesta. ¡Vuestra paz
debe ser victoria! ¿Qué la buena causa santifica hasta la guerra? Yo les digo
que la guerra santifica todas las causas. La guerra y la valentía han hecho
cosas más grandes que el amor al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra
valentía han salvado ahora hasta ahora los accidentados. Preguntáis “¿Qué es
bueno?”. Ser valientes es ser buenos. Dejad que las niñas digan: “Es bueno lo
que es bonito y enternece”. (NIETZSCHE)

martes, 4 de marzo de 2008

El uso del verbo "thaumátho" por los filósofos griegos


FILOLOGÍA FILOSÓFICA DEL HELENISMO




El género más cercano al que pertenece el verbo thaumáthen es el verbo paschein. Una palabra es género de otra cuando funciona como predicado, en el Teeteto vemos que Sócrates dice: “La admiración es el sentimiento…”[1] Paschein es de difícil traducción especialmente para Heidegger, pues para no caer dentro de los cánones modernos evita traducirlo por “sentimiento” ¡y cómo así, si la filosofía modernamente entendida es cosa “racional”? Paschein es sufrir, padecer, experimentar, estar afectado de esta o la otra manera, y no solo se trata de un “sentir psicológico”. Pathos o pathema proviene de Paschein, el sufijo -ma de pathema significa “resultado”, pathema significa el resultado de un padecer, un padecimiento. Pathos es el resultado de una pasión, no de una acción, pues el ser que actúa es la causa de lo que hace o mueve en otro ser; en cambio, el padecimiento tiene una causa, su origen está fuera del ser.
Si la admiración (to thaumáthein) es un paschein habría que buscar la diferencia específica con el fin de que la admiración sea distinguido de otros verbos que también significan padecer. La respuesta está en la causa, es decir, en el tipo de causa. En los pasajes que hemos podido encontrar hay un aspecto sobresaliente cuando se ha utilizado el verbo en cuestión: el sentido de superioridad. La persona o la cosa que se admira tiene atributos que son descritos en griego a veces con el adverbio mega o con los sufijos del superlativo. En la Ética a Nicómaco se dice que ciertas personas se admiran de aquellos que hablan algo grande y por encima de ellos[2] y Sócrates, por otro lado, admira a Diotima por ser muy sabia[3]. Al que es rico también se le admira porque tiene “más” dinero que los demás, en este caso Aristóteles describe el mal uso que se le da a esta palabra (thaumàtho) en su época, y al hablar de los ricos dice que por demostrar su riqueza creen ser admirados[4]. En la competencia se admira a los campeones porque se desenvuelven “mejor” que cualquiera en diversas actividades, por ello Sócrates comenta a Menón que los tesalios eran admirados y famosos por su equitación y su riqueza[5]. En el Critón, Sócrates es admirado al ser capaz de dormir apaciblemente ante tanta tristeza, pues iba a ser ejecutado (43b) y en el Fedón por su capacidad didáctica, siendo “muy” paciente y afable con los razonamientos de los jóvenes (89a).



Primera conclusión: la causa que hace posible que alguien se admire tiene por particularidad ser superior a la persona pasiva (al paschon).


Ser superior quiere decir desenvolverse en una actividad de tal forma que el inferior no pueda hacerlo. Ante tal situación hay dos caminos, odiar al superior o amarlo[6]. El verbo thaumáthein es utilizado en el segundo caso; para el primer caso hay otro verbo de semejante ignificado, es el verbo ecspletho, al contrario del admirar o reverenciar, este verbo implica temor, espanto. Sobre la superioridad (aristos) de aquellos que merecen reverencia (aidós) y a quienes se admira (thaumáthetai) podrían haber variados criterios,. Por ejemplo, en el libro Retórica, Aristóteles nos indica aquello que es digno de reverencia. Nos dice que “admiramos a aquellos en cuanto tienen algún bien digno de estima o a otros que por alguna suerte son dueños de algo que necesitamos bastante, como los que se enamoran”[7]. Hay que resaltar la palabra bien (agathón) como un criterio de admiración y la calidad de necesitados (deómenoi) aspectos importantes para que se dé la admiración, y también el ejemplo de admiración no es gratuito en todo este marco dinámico del bien y la necesidad, pues es el punto tomado por Platón en su diálogo el Banquete. Considerando como punto de referencia la idea de bien (agathón) podemos darnos cuenta cuándo una persona admira y la respeta y cuándo no, todo depende del criterio que se le dé al bien. En el caso de Platón y Aristóteles, la palabra admiración debió tener distinto sentido que el de cualquier griego común y corriente, para estos filósofos el bien no significó la riqueza, la fama, el poder físico, ni otra cosa que no esté ligado a la sabiduría. La verdadera admiración, aqullo que es digno de admirar (axios), solo lo siente el filósofo. La sabiduría es el bien y se presenta después de una aporía. La aporia es el agente de la admiración, ya que todo el que se admira (ante cualquier cosa) no necesariamente es sabio, vemos esta observación en Platón[8] cuando en boca del Extranjero de Elea comenta a Teeteto que hay personas que se extasían por cualquier tontería y no hacen otra cosa que demostrar su pobreza intelectual (Soph. 251). Sin embargo el uso cotidiano y el uso filosófico no son sino lo mismo, ambos usos se encuentran en un punto esencial: AQUELLO SUPERIOR ES EL NO. El NO en griego se presenta mayormente como prefijo, a- privativa, de aquello que nos es propio, por ejemplo, a-peiron (lo que está fuera de mis límites), a-logos (lo que está fuera de mi razón), a-létheia (lo que no se me aparece), a-poria (lo que no tengo resuelto).



Presentemos el caso de Sócrates. En los llamados diálogos socráticos o en los textos donde se encuentra a Sócrates aplicando la mayéutica o la reminiscencia vemos que el verbo thaumáthein cumple una función principal, que ha pasado a la posteridad en la llamada ironía socrática. En el proceso dialógico que entabla Sócrates con diversas personas, para que él empiece a demostrar su sabiduría, en el hecho de saber lo que no sabe, debe presentarse de antemano un interlocutor que peque de soberbia, es el caso de Hipias cuando afirma que superior a él nunca ha encontrado a nadie en ninguna materia[9], también el caso de Ión cuando se ufana de ser el mejor en entender a Homero[10], o de muchos otros que creían saberlo todo. La ironía consiste en simplemente admirarlos y llevarles a que digan algo de lo que supuestamente saben. Esta admiración de Sócrates es fingida, pero hay una segunda admiración en el proceso del diálogo, cuando hace notar que lo que dice su interlocutor no lo entiende y pide, admirado de no entender, que se le enseñe con claridad[11], en otros diálogos más avanzados pedirá algo que sea en sí mismo (el ente entendido como Idea, auto autó), una misma idea (kai econ mian tina idean pan, Eutiph. 5d). Es necesario que lo dicho sea comprensible (estable), pues cuando se admira es por el mismo hecho que le cuesta entender (ean mogis manthano, Hipp. Min. 364c), es decir, le sorprende que algo esté fuera de sus posibilidades de comprender. En el Protágoras lo dice claramente, luego de escuchar las afirmaciones de su interlocutor, “me admiré bastante por su respuesta” (kai egó euqus tote panu ethaumasa ten apokrisin, 359b). A lo que se quiere llegar es que Sócrates se queda sorprendido ante las respuestas irracionales que dan sus contrincantes. Lo irracional es alógos. Lo irracional tiene en sí la contradicción, lo dudoso, y esto no ofrece de ningún modo claridad, lo que sigue es un estado completo de perplejidad, una aporía. El sentido que tendría thaumátho para un filósofo como Sócrates no sería precisamente una admiración ante las cosas (Platón), sino ante el lenguaje, ante lo que dicen los demás. Si Martin Heidegger decía que la pregunta por el ser to ti einai es interpretado de diverso modo por cada filósofo, el problema del ser que empieza por tal pregunta tendría un sentido diferente para cada filósofo, nosotros podríamos ir más a fondo y diríamos que el sentido que toma qaumazw para cada filósofo (o mejor dicho, el páthos) delimita distintivamente su ontología, depende de qué se admire uno para que el ser tenga su propio sentido. Una admiración por lo que se dice no tendría que ver con una metafísica que se admira por las cosas, como es el caso de Aristóteles (Met. 98b).






(2006)








[1] γὰρ φιλοσόφου του̂το τὸ πάθος, τὸ θαυμάζειν, Theaet. 155. Los textos griegos de Platón son tomados de la edición de John Burnet, PLATO, “Platonis Opera”, Oxford University Press, 1903.
[2] 1095ª25. Véase la bibliografía.
[3] ἐθαύμασά τε καὶ εἰ̂πον εἰ̂εν, ἠ̂ν δ' ἐγώ, ὠ̂ σοφωτάτη Διοτίμα , Sym. 208c.
[4] E. N. 1102ª4.
[5] Θετταλοὶ εὐδόκιμοι ἠ̂σαν ἐν τοι̂ς ̔́Ελλησιν καὶ ἐθαυμάζοντο ἐφ' ἱππικῃ̂ τε καὶ πλούτῳ , Meno. 70a-b.
[6] Nótese en el capítulo II de este trabajo que para Descartes ni se ama ni se odia a lo que se admira.
[7] Rhetoric, 1384ª28-31.
[8] Y también en DESCARTES, véase “Las pasiones del alma”, art. 76.
[9] Hipp. Min. 364c.
[10] ὥστε με ἀναπει̂σαι ὡς ἐγὼ κατεχόμενος καὶ μαινόμενος ̔́Ομηρον ἐπαινω̂ , Ion 530d.
[11] Hipp. Min. 364c.