La tesis de un distinguido filósofo y profesor sanmarquino dice que el “proyecto humanista” enarbolado por los pensadores ilustrados del siglo XVIII continuará y se volverá a exaltar en el siglo XIX bajo las conjeturas filosóficas de Augusto Comte Y Karl Marx bajo el nombre de ciencia positiva transformadora del mundo[1]. El problema radica en que el llamado “proyecto humanista” por el cual los filósofos situaron a la razón o capacidad racional del hombre en el más alto pináculo de las facultades humanas no tendrá mayor acogida después de Kant. Para ello se supone lo siguiente:
I. El llamado “proyecto humanista” es la potencialidad del pensamiento socrático hecho acto.
II. La crítica al pensamiento socrático se inicia con Hegel y culmina con Nietzsche.
III. Entre Hegel y Nietzsche media la negación de este afán racionalista en pensadores como Feuerbach y Marx.
IV. Marx cae en contradicción ante el problema de la industria, sin decir con ello que Marx enarbola la razón.
I
La filosofía griega se resume con una tendencia: hacer que los hombres se asemejen en lo posible a los dioses[2]. Con esta finalidad Aristóteles cierra su ética. El hombre será verdaderamente feliz solo cuando contemple las ideas. A partir de entonces se fue fundamentando una metafísica que daba todo el derecho del mundo al hombre para que se crea un ser que tiene por esencia su espíritu. Como la metafísica fundamenta una época[3], y esta fundamentación parte de la esencia del hombre, entonces se vio poco a poco con la necesidad de demostrar que la naturaleza no formaba parte de la esencia del hombre. La Naturaleza es materia. El hombre es espíritu. En todo caso, la materia, nuestro cuerpo, solo era una cárcel para nosotros; aquello era lo malo, lo que no debía influir en nuestras acciones. Fundamentar esto llevó muchos años, se conoce los esfuerzos del pensamiento cristiano especialmente en torno al problema del “logos encarnado”. El logos encarnado[4], no quiere decir otra cosa más que el intento de llevar a la carne las características del espíritu, hacerla eterna. La lucha por demostrar que nosotros éramos eternos llevó a tales exageraciones; pero estará presente siempre impávido nuestro organismo, nuestras bajas pasiones, siendo humillado, mofado vestido de ángel, ¿cómo hacer con el cuerpo?, se preguntaban los cristianos, éste no nos deja realizarnos, no nos deja ser divinos. El caso emblemático sobre esta incertidumbre de no saber qué hacer con nuestra materialidad es Orígenes que castrándose pensó vencer al odioso cuerpo.
Se dice que en el renacimiento el mundo perdió la oportunidad de salvarse. La duda seguía en la indecisión de optar nuevamente sobre la esencia del hombre. La materia, de tanto protestar, empezó por ser tomada en cuenta. El problema tomó la siguiente forma, no ya sobre cómo hacemos para desaparecer y comportarnos como ciegos ante nuestra naturaleza, sino en cómo hacemos para unir estas dos naturalezas diferentes que encontramos en el hombre, el cuerpo y el espíritu, ¿cómo se comunican estas sustancias? La imposibilidad de dar una respuesta ante esta interrogante llevó a que se tomara una decisión urgente sobre la esencia humana, cogito sum, soy pensamiento. La modernidad se inicia considerando al ser humano desligado de la naturaleza, de la res extensa. Solo entonces esta naturaleza se hace imagen y este espíritu que solo piensa se hace sujeto. Definitivamente se separan la sustancia espiritual y la sustancia material; es allí cuando el espíritu se hace modelador de la naturaleza imprimiéndole formas a su antojo.
Considerar a la naturaleza como aquello que no pertenece al hombre como esencia significa hacer de ella un objeto, algo que está puesto en frente de, un oponente con el cual hay que luchar, o muere ella o nosotros. La mejor de las armas que creerá el hombre será la ciencia moderna, una ciencia que tendrá fines prácticos y que nos dará más poder (Bacon).
Habíamos dicho que la metafísica fundamenta una época; por ello tener una decisión sobre la esencia del hombre, del mundo y de Dios bastaba para que emanase de ella deductivamente todas las manifestaciones culturales. Así tenemos que la educación proyectada bajo esta metafísica en que el hombre es un ser espiritual en esencia, es decir, racional, tendrá como finalidad formar seres humanos que vivan y desarrollen su razón aunándose al esfuerzo común de vencer a la naturaleza, guerra que por otro lado dará muchos beneficios. Lo que una vez fue amor a la guerra, será ahora un amor al dinero. Se introducirá en la cabeza de los hombres que el desarrollo del espíritu solo es posible teniendo a nuestra disposición mucho tiempo, tiempo que antes se dedicaba al trabajo personal para sobrevivir, y que luego tendrá la salida de sobrevivir sin trabajar, esto es, a costa de los demás, tener dinero con el trabajo de otro, así cumplo mi esencia de ser contemplador. La forma directa para realizar este fin es poseyendo medios de producción[5]. Por otro lado, los aparatos de la industria contenían la finalidad, finalidad que no se aparta de la metafísica del sujeto, el hacer que los hombres utilicen menos su cuerpo y que las distancias se acorten (de ahí la proliferación de aparatos con sufijo tele), que el movimiento muscular sea cada vez menor.
El proyecto ilustrado es el desarrollo educativo (ético-político) de esta metafísica moderna. Se verá que los pensadores del siglo de Las Luces no tomaron para sí el problema latente en toda la historia filosófica anterior, ¿cómo unimos estas dos sustancias? ¿Cómo hacemos que el conocimiento no sea una adecuación entre el pensar y el ser? ¿Cuál es la esencia del ser humano?
II
Kant aclara el problema. La unión entre el sujeto cognoscente y el objeto cognoscido (la cosa en sí) es imposible[6]. El hombre seguirá proponiendo solo hipótesis, pues la verdad se hallará más allá de nuestro poder. Ya en el pensamiento de Spinoza se vislumbra una salida a este problema, al hacer de las dos sustancias parte de una sola, Dios, la verdad pura[7]. El mismo Rouseau pareciera caer en contradicción con la tendencia racionalista cuando por un lado pone en lo alto al hombre diciendo que su esencia es espiritual[8] y, por otro, empieza a fustigar la vida racional apegándose al hombre salvaje[9]. Kant soluciona esta contradicción proponiendo una salida en verdad santa y, a la vez, ingenua[10]. Pero observamos ya en estos dos casos una tendencia negadora de la vida teorética, esto es así porque 1) se lleva la sustancia material a la esencia del hombre y 2) se congratula con la vida dl salvaje, mejor dicho, se va dando a la naturaleza su respectivo lugar, se va descendiendo poco a poco.
Hegel será quien deje de lado esta separación de sustancias y al fin se oirá en el mundo occidental decir que lo racional es real y lo real es racional[11], ¿qué quiere decir esto? Que la sustancia espiritual es material y la sustancia material es espiritual. Que el objeto y el sujeto son lo mismo. Que la naturaleza ya no es nuestra oponente, sino que es parte de nosotros. ¿No es acaso esto una nueva decisión sobre la esencia del hombre? De aquí al materialismo solo hay un paso. El mundo, al ser parte de nosotros, ¿acaso no deja de ser imagen? De aquello seres voladores que vislumbraban todo el panorama desde el cielo, los espíritus, ¿no descenderán estos a su porción de materia mortal y desde el cual verán lo que pueden de su fracción de mundo al que pertenecen?
Es claro que Hegel da este chispazo, pero el pensamiento siempre se muestra incompleto en sus inicios. De este modo, este pensador, tan abstruso como su chispazo inicial, caerá en serias contradicciones, contradicciones que herirán de muerte el mundo moderno.
III
Con Feuerbach volvemos al problema que ha estado latente durante todo el pensamiento occidental: la esencia del hombre.
La esencia del hombre constituye para Feuerbach la razón, la voluntad y el corazón[12]. Hasta entonces la esencia humana se había reducido al alma (espíritu-razón), pero la única facultad del alma era la razón. La voluntad era una característica del cuerpo. El cuerpo es quien desea; por ello, la felicidad suprema se entendía como el cese de los deseos. Además, a la Razón pertenecen todas las facultades cognoscitivas como la imaginación, el intelecto, la opinión, etc., y es precisamente la imaginación una facultad del cuerpo, pues las sensaciones forman figuras, las figuras o fantasmas aun pertenecen a la sensibilidad, al sentido común, y son facultades corporales. Con feuerbach el hombre ya no es intelecto puro, sino una combinación de alma y cuerpo, teoría matizada, claro está, con un cristianismo ya casi por morir sino fuera por el amor. Feuerbach es quien entiende de manera muy clara el pensamiento de Hegel. Aquél nos dice: “Hasta de los objetos más distantes respecto del hombre, porque y en cuanto son sus objetos, constituyen revelaciones de la esencia humana”[13]. El mundo es revelación de la esencia humana. El hombre es naturaleza y viceversa. Este modo de pensar va a traer una nueva metafísica, una interpretación del hombre, del mundo y de Dios que cambiará radicalmente todo modo de expresión cultural. La vida contemplativa al recorrer de los años la metafísica moderna deja de ser un imperativo (los imperativos murieron con Kant) y queda una nueva paideia por realizar. ¿Qué es del hombre a partir de ahora?
Marx se enfrenta ante un problema mayor, ¿cómo hacer realidad esta nueva visión del hombre? En los Manuscritos Económico-Filosóficos es donde Marx derrochará toda su creatividad respecto al problema de la esencia del hombre. Es el primer gran pensador que buscará realizar los pensamientos en la vida práctica, pues al poder material solo se vence con el poder material. Para ello era necesario saber las reglas que rigen el mundo material, solo así iba poder vencer. El problema que se da en la filosofía, es decir, la mala comprensión de la esencia humana creyéndola solamente teórica, será motivo para Marx para explicar esto mismo en el mundo práctico. En este mundo también hubo un momento en que se tomó el mal camino, hubo una pérdida. Así como en las ideas en que la pérdida del cuerpo provocó la concepción errónea de la esencia humana, así la pérdida del trabajo como actividad esencial provocó el capitalismo culpable del desastre de las relaciones sociales. El culpable de esta enajenación es la aparición del intelecto con el cual los hombres pudieron crear medios sofisticados de producción que dividieron las relaciones sociales en dos grupos, poseedores y desposeídos.
La aparición del espíritu había causado esta pérdida de nuestra esencia. Este salirse del cuerpo y concebirse espíritu es lo que de algún modo llama Marx la enajenación. Otra vez, así como Hegel y Feuerbach y en contra del racionalismo ilustrado, Marx pide una recuperación del cuerpo, una vuelta a la vida primitiva en que cada uno trabaja para su sostén y la propiedad era común. Lo objetivo y lo subjetivo dejan de ser un problema para unirse solo cuando el comunismo impere[14]. ¿Dónde está el proyecto racionalista de Marx? Es cierto que se fomenta las ciencias positivas, pero esto ya es un problema que Marx prefirió no tomar mucho en cuenta pues percibía la inevitable contradicción, y más bien fueron sus continuadores los que hablaron de este tema. Pero tomando solo los manuscritos de 1844, texto donde Marx piensa solo, ahí no hay esta fomento de las ciencias. Marx ya no concibe al hombre como una sustancia pensante, él reclama para el hombre volver a la naturaleza, sentirse uno con ella. Solo esta tendencia hace que el mundo sea nuestro extención, o como lo llama Marx, nuestro cuerpo inorgánico. ¿Y quién que no esté puro no desea el bien de su cuerpo? ¿Y la industrialización que propone Marx?
IV
La tesis del eminente profesor se sustenta en que Marx favoreció el proceso industrial del mismo modo que Comte. Se acepta este punto.
El desarrollo del capitalismo tanto en el plano teórico como en el plano práctico, tanto en el análisis filosófico como en el análisis económico, es producto de la comunidad que concibe su ser como algo racional. Es cierto que, por ejemplo, en los aztecas o en los incas, no hubo metafísica y que por lo tanto no debió darse una concepción del hombre en conceptos racionalistas como se hizo en occidente. Un azteca nunca se hubiera dicho que su esencia es racional; el mismo concepto esencia es el producto de la mentalidad occidental. Sin embargo, esto no quita una cierta visión de su ser, sin en conceptos, al menos en imágenes, en mitos. Esto se deduce si observamos con atención su modo de vida. Para muestra un botón: El rey azteca, aquel que representa la perfección humana, para que llegue a ser elegido rey debería ser el mejor en la guerra y el mejor en el discurso. ¿No es acaso este ejemplo una muestra de que la esencia del ser humano azteca era a la vez corporal y logística (uso de la palabra)? Por lo tanto, si Marx propugna una esencia que tenía al alma y al cuerpo como indesligables, ¿no llega a contradecirse cuando defiende la industria? La industria es solo un aspecto de la metafísica moderna, ya sea que la materia domine las ideas o viceversa, esta forma de pensar cae en lo contradictorio, lo contradictorio es el ensamblamiento de dos manifestaciones metafísicas diferentes. La una que propugna una vuelta al trabajo esencial (no enajenado), es decir, una vuelta al cuerpo como realizador de su propio mantenimiento, y la otra, la industria, que quiere deshacerse del cuerpo, pues como ya se dijo, la tecnología (el producto más acabado de la industria) es un intento por hacer de los hombres que usen menos de su cuerpo y paulatinamente los haga ser eternos[15]. Esta contradicción en Marx es insalvable. Pero, ¿qué es más importante, haber vislumbrado la verdadera esencia del hombre o no haber viso que la industria no era producto de esta nueva metafísica? ¿A qué damos más valor?, ¿el percibir la causa o el inadvertir uno de los tantos efectos?
Es por esto que Marx no puede ser considerado un racionalista al modo de Voltaire. Esta destrucción de la metafísica moderna no podría darse en un instantes a lo largo de todas sus manifestaciones; el cambio de la esencia del hombre y sus reales consecuencias la entenderá muy bien el gran Nietzsche, el que odia a Sócrates.
[1] “El siglo de Las Luces o de la Ilustración”. Fernando Muñoz C. (comp.) Prólogo, 2007.
[2] Aristóteles. “Ética Nicomáquea”, 1178ª-28.
[3] Martín Heidegger. “La época de la imagen del mundo”. Santiago de Chile, AUcH, 1958, p. 16.
[4] “Los filósofos medievales”. Clemente Fernández (comp.) Madrid, BAC, 1980, pp. 58, 96, etc.
[5] No hay que discutir este gran aporte de Marx.
[6] Cfr. La “Crítica de la razón pura”.
[7] Baruch Spinoza. “Ética demostrada según el orden geométrico”. Madrid, Alianza, 1999, p. 62: “la cosa extensa y la cosa pensante, o bien son los atributos de Dios, o bien afecciones de los atributos de Dios.”
[8] Jean-Jacques Rousseau. “Emilio” (copias de Muñoz, p. 329): “la vida del alma solo comieza con la muerte del cuerpo”, su educación es precisamente el desarrollo de lo mejor que tiene el hombre, es decir, el alma.
[9] Jean-Jacques Rousseau. “Del Contrato Social”. Madrid, Alianza, 2002, p. 241. Por ello el alejamiento de Voltaire, pues Voltaire fue más ilustrado que Rousseau.
[10] “Filosofía de la Historia”: Bogotá, FCE, 1994, p. 79 ss.
[11] Cfr. “Filosofía del derecho”.
[12] “La esencia del cristianismo” (copias de Muñoz, p. 198).
[13] Copias de Muñoz, p. 200.
[14] Manuscritos, p. 144 (copias).
[15] El ídolo de silicio.
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