Se puede ver de manera general que hay dos formas de hacer un estudio sobre la historia de la filosofía. Una de estas formas tendría como representantes principales a los filósofos Heidegger, Hegel y Aristóteles. Se trata de tomar como pretexto la historia de la filosofía para desarrollar una teoría. La teoría de las causas que dedujo Aristóteles a partir de sus predecesores; el decir de Hegel que la filosofía es su historia, pues la filosofía es el movimiento dialéctico del espíritu en el pensamiento de los hombres; y la llamada por Heidegger Metafísica o historia del ser. La otra forma se encontraría más cerca de la labor histórica que a la filosófica. Se pretende con éste método ante todo tener objetividad, y se preocupa más por los detalles. Los textos filosóficos y las vidas de sus creadores no tendrían otro fin más que ser explicados tal como son, se comportan como fines y no como medios para fundamentar pensamientos ajenos. Buenos ejemplos de estos historiadores serían un Reale o un Copleston. Sin embargo, tal objetividad funciona como un ideal, pues es muy difícil ir con la cabeza limpia de supuestos cuando es necesario tratar sobre una teoría. Y esto último es lo que pasó cuando se pretendió tratar sobre el ser.
No se debe confundir, cuando se hace un tratado de ser, el pensar con la historia. En este trabajo no vamos a pensar sobre el ser, sino que vamos a describir y explicar, esto es, vamos a hacer historia, sobre el problema del ser en Aristóteles y Santo Tomas. No vamos a pensar, en el sentido que toma Heidegger[1], puesto que no es el momento ni el trabajo nos lo demanda. Peor lo que no quisiéramos es caer en el error en que cayeron diversos autores[2] que pretendiendo ser objetivos, llevaban en sí, tal vez inconcientemente, la suposición de que ser es existencia (la escuela cristiana), y un trabajo histórico no debe permitir tales suposiciones. Es como si a un heideggeriano le pidiesen que haga un ensayo sobre la idea de ser en Aristóteles y Santo Tomás, y éste, como es lógico, se ocupará de la physis[3] en cuanto se refiere a Aristóteles, y de Dios, en cuanto a Santo Tomas. Algo a lo cual no escapa Reale en sus libros sobre Aristóteles que también lleva sus prejuicios, pues a pesar de ser un gran historiador de la filosofía, no deja de hacerse visible su vena tomista, para él el fin de la Sabiduría es encontrarse con Dios, y vuelve a repetir la tendencia de equiparar ser con existir[4].
Con estos ejemplos tomados de manera espontánea se quiere hacer notar que un estudio sobre el ser debe partir en primer lugar dejando de lado toda idea preconcebida sobre ésta. El ser no es unívoco; pero además de su equivocidad, la pregunta por el ser que se hicieron los eminentes pensadores tienen sentidos diferentes. No podemos partir con el presupuesto de la ontología contemporánea (como la de un Nicolas Hartmann) que se pregunta por la realidad, “por lo que hay”, “por lo que es”. No podemos pretender darle al ser el valor de existencia que le da la modernidad, pues se cometería un abuso de arbitrariedad con muchos pensadores, especialmente griegos. No debemos tomar el ser como Dios, como Uno, como existencia, como nombre, como Nada; no son las cosas, no podemos saber, con seguridad, qué pensaba cada filósofo al interrogarse por el ser. Y de esto es como debemos partir: ¿por qué la pregunta por el ser? Cualquiera que diga ¿qué es el ser? Lleva una intención y espera de antemano solo una respuesta. Si queremos, por lo tanto, saber qué es el ser para Santo Tomás de manera esencial debemos ante todo investigar la intención con que se pregunta. El sentido de la pregunta[5].
Habiendo saldado este primer obstáculo, quisimos tener un criterio que sirviera de medida para nuestro estudio. Con tal propósito estuvimos tentados de tomar el sentido que da Heidegger al Ser y así, con tal prototipo buscaríamos la ontología de Tomás y Aristóteles. Pero como ya hemos dicho arriba, hacer eso no nos lleva a la objetividad requerida para nuestra monografía. Pero como no podíamos dejar de usar un criterio, preferimos tener de medida no un concepto de ser, sino una petición formal: saber con qué intención se abordó el problema del ser. Así nos evitamos llevar prejuicios y escapamos a la inútil tarea de interpretar erróneamente a tales autores con ideas preconcebidas.
Diferenciar ambas intenciones es la mejor manera de comprander las semejanzas y distinciones que habrían en ambos filósofos. En conclusión nuestra búsqueda es saber principalmente la intención de autor cuando se preguntó por él ser ¿qué quería saber en realidad?
(2006)
[1] Heidegger, “El final de la filosofía y la tarea del pensar” en “Tiempo y ser”, pg. 83: “La llamada ‘a la cosa misma’ se dirige también contra el historicismo, que se pierde en discusiones sobre los diferentes puntos de vista de la Filosofía, y en clasificar los tipos de ¨Weltanschau-ungen¨ filosóficas. A este propósito dice Husserl, subrayándolo: El impulso de la investigación tiene que partir, no de las filosofías, sino de las cosas y de los problemas.”
[2] Entre ellos podríamos citar a Copleston pues, al referirse a Aristóteles y Santo Tomas, llega a decir: “El primero se pregunta qué son las cosas y cómo llegan a ser lo que son, pero no se preguntó por qué existen o por qué hay algo en vez de lanada” (“El pensamiento de Santo Tomas”, pg. 71). Teniendo como dado que Aristóteles presuponía la existencia de las cosas que son, algo que no aceptamos, como veremos en el capítulo tercero. También Wilson cometería esta falta diciendo primero: “cuando los griegos inaguraron la especulación filosófica, preguntáronse en primer lugar de qué estaban compuestos las cosas” (“El ser y la esencia”, pg. 23), y más adelante: “Aun sin tener conciencia de lo que hacía lo que existe, Parménides fundó la ontología ya en el siglo V antes de nuestra era” (ibid., pg. 25), y la ontología, claro está, se dirige hacia lo que existe y el problema del ser en los griegos no tiene como antecedente la existencia. Del mismo modo, Fraile argumenta: “El concepto de ser es fundamental, no solo en el tomismo, sino en cualquier filosofía. El simple hecho de la existencia de los seres [la cursiva es nuestra] plantea a la inteligencia humana un conunto de problemas gravísimos...” (“Historia de la Filosofía, TII, pg. 282).
[3] Heidegger, “sobre la esencia y el concepto de la jusis. Aristóteles, física B, 1” en “Hitos”, pg. 200: “Aquí, ¨naturaleza¨ se convierte en la dominación para lo que está sobre dos dioses y es “más antiguo que los tiempos¨, para aquello en lo que cada ente llega a ser, ¨Naturaleza¨ se convierte en la palabra para el ¨ser¨, pues éste es anterior a todos los entes, los cuales se limitan a recibir prestado de él aquello que son; y por debajo del “ser” todavía hay que contar a todos los dioses, en la medida en que son y al margen de cómo sean.”
[4] Reale, “Introducción a Aristóteles”, pg. 44: “El que investiga las causas y los principios primeros, debe encontrarse necesariamente con Dios; Dios es efectivamente la causa y el principio primero por excelencia. Pero, partiendo así mismo de las otras definiciones se llega a idénticas conclusiones; preguntarse qué es el ser equivale a preguntarse si existe tan sólo el ser sensible o también un ser suprasensible (ser teológico). “(Cfr. Aubenque, “El problema del ser en Aristóteles”)
[5] En un primer momento el trabajo se había entendido coom que se nos preguntaba sobre el ser de Aristóteles y de Santo Tomás desde un punto de vista ontológico (en el sentido que por lo general se utiliza): DE tal manera que nos dispusimos a desarrollar tanto lo que existe para Aristóteles como para Santo Tomas. Y los problemas no dejaron de presentarse, lo cual nos llevó a replantear la pregunta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario