A vosotros no les aconsejo el trabajo sino la lucha.
A vosotros no les aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Vuestro trabajo debe ser
lucha y vuestra paz, victoria! Solamente armado con arco y flecha es como puede
callar y estar quieto; de lo contrario se parlotea y se protesta. ¡Vuestra paz
debe ser victoria! ¿Qué la buena causa santifica hasta la guerra? Yo les digo
que la guerra santifica todas las causas. La guerra y la valentía han hecho
cosas más grandes que el amor al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra
valentía han salvado ahora hasta ahora los accidentados. Preguntáis “¿Qué es
bueno?”. Ser valientes es ser buenos. Dejad que las niñas digan: “Es bueno lo
que es bonito y enternece”. (NIETZSCHE)

viernes, 11 de junio de 2010

LA FALTA DE COMPETENCIA




La filosofía es para los ancianos, digo esto porque la mente necesita desligarse de las sensaciones y de los instintos para pensar con pureza. Al joven por uno y otro lado le acecha los placeres carnales, su mente anda entre la carne y el espíritu. Sin embargo, en estos últimos siglos hemos vivido a la champa, el débil vive como fuerte, los esclavos mandan, la mujer quiere ser hombre, etc., esta queja es la misma que lanza Guamán Poma en su carta al Rey, que el mundo está al revés. El mundo de las ideas, lo ideal, no se cumple en la realidad, hoy la frase “¡qué importa!” pulula hasta en los más idealistas, qué se va a hacer, así es la vida.


Un joven filósofo es una contradicción, pero se da. Es un hecho que jóvenes estudien filosofía en la Universidad.


Ante ese factum hay que tomar decisiones. Por ello la pedagogía de los profesores de la escuela de filosofía debería adecuarse ante esa situación. Pero no es así. El objeto es un ser humano que está ardiendo de pasiones, ese es el obstáculo para los profesores de filosofía, porque ante una cita con una chica bonita o estudiar para un examen de Platón, es más seguro que vayan a lo primero, y es lo más normal.***


La mayoría de profesores piensan que los estudiantes de filosofía son unos ancianos (más allá del hecho de que la filosofía sea para los ancianos, y para los jóvenes la guerra). Si mañana hay un examen de Tomás de Aquino, por ejemplo, y justo hoy tengo una fiesta en donde voy estar con una chica que me gusta, yo como joven estudiante de la UNMSM voy a la fiesta, porque sé que ese profesor siempre aprueba. Con ello me perdí al no leer un gran texto de Tomás. Pero si yo sé que ese profesor es drástico y obliga a que estudiemos porque si no nos jala, entonces dejo toda fiesta y me pongo a estudiar. Si, por otro lado, soy aplicado y me olvido de la fiesta, aun sabiendo que ese curso se aprueba a priori, llegado el final del curso todos tienen casi la misma nota, digamos todos tienen 16. Siento entonces una total desazón.


En aquellos dos ejemplos se manifiesta un rasgo importante de un estudiante joven: la voluntad. Lo que deberían hacer los profesores no es hacerse los ciegos ante la existencia de los instintos en el joven, sino aprovecharlos para el provecho de la escuela misma. El deseo sexual primó ante el amor a la sabiduría, en el primer caso; en el segundo, el deseo de ganar la competencia, o sea ser el mejor en el salón, se reprimió. Los dos resultados fueron en detrimento de la Escuela. El primero se vuelve un estudiante mediocre, el segundo un estudiante desencantado de lo que hace.


El problema está en que en la Escuela, la mayoría de profesores, no ponen presión, y creen que somos unos ancianos que no tenemos cuerpo y que por nuestra propia cuenta vamos a estudiar, como sí lo haría un anciano. Al joven le interesa la competencia, si se quiere unos filósofos viriles, ganadores, competidores que no le tienen miedo a nadie, se debe incentivar a la competencia.La competencia es propiedad de la juventud, el goce que causa un triunfo arrastra a uno a realizar cosas inverosímiles. Si yo sé que si me saco la mayor nota voy a ser premiado con algo, al menos con la mención del profesor, entonces en una noche me puedo leer 400 páginas. Pero si sé que no tendré ningún goce, no llego ni a las 10 páginas.


En la Escuela de Filosofía falta incentivar a la competencia. Falta manipular la voluntad del estudiante para desarrollar su mente. Ante ello, por qué no mencionar a Fernando Muñoz, Dante Dávila, Ana María Gispert Sauch, JaimeVillanueva, David Villena, ellos obligan, ponen presión, dan miedo, así aprende un joven; un anciano no necesita ser presionado para estudiar. No hay concursos, publicaciones, premios, nada que incentive la competencia.

Jaime Pereyra (2008)


3 comentarios:

Francisco Ramos dijo...
Compañero Pereyra:Es problemático lo que plantea. Disculpe que me centre en la parte final de su texto, pero estoy a punto de realizar un dictado para unos jóvenes preuniversitarios: ¿dice que se aprende mejor por el miedo y la presión? ¿Por un mejor sentido e incentivación de la competencia?Es difícil aceptar ello, compañero. Le planteo lo siguiente. Cabría averiguar en qué medida el temor y el miedo son pulsiones tan o más invasivas que la búsqueda del placer o el amor. El miedo no disciplina. El miedo degrada.Por otro lado: la competencia, ¿no se deriva del hecho de temer ser excluído de un grupo selecto de "héroes" que han cumplido con el objetivo de agradar al profesor, ciñéndose a su punto de vista (muy) subjetivo sobre la realidad y problemas que integran la realidad?Evalúe eso, joven Pereyra. Yo también soy joven como Ud. No etiquete a los individuos por cuestiones generacionales.
31 de enero de 2009 16:00

Francisco Ramos dijo...
Retomo el comentario anterior, añadiendo un punto más. Reconozco que señala un problema real: la mediocridad de la enseñanza de la filosofía en San Marcos. Eso es correcto. Nadie puede negar eso. Lo dificultoso es el análisis que hace de la situación.Habría que tratar de vincular dicha mediocridad a hechos concretos por los que ha pasado nuestra universidad. Por ejemplo, la intervención militar del Estado durante la época fujimorista, del cual quedan muchísimos rezagos. Si se da cuenta, el discurso meritocrático (que plantea la importancia de que sólo "los mejores" integren la Universidad) proviene de aquellas épocas. El pretexto era ordenar San Marcos, pero ¿a qué costo?Por eso, compañero, habría que analizar el transfondo de corrupción bajo el que se desarrolló el proceso de intervención. Evaluar las conexiones del discurso meritocrático con los objetivos estratégicos del fascismo en la Universidad y demás instituciones de "educación superior", que apuntaban a hacer una "limpieza" de los elementos más conscientes del estudiantado. Verá que el único objetivo no era aminorar la "carga hormonal" de los jóvenes, sino también su espíritu de lucha y su capacidad de organización autónoma.Un joven no va a la Universidad sólo para llenarse de conocimientos prefabricados, sino para producir conocimiento, y hacer que éste sea aplicable. Obviamente, dotar de aplicabilidad a la investigación requiere no desconectarse de la realidad, no encerrarse en la lectura de libros nomás, sino también enraizar los estudios en las actividades productivas y organizativas de nuestro entorno social.Como verá, los estudios de filosofía en San Marcos no ofrecen eso (y esto sucede incluso en las clases de los profesores que menciona, tal vez con mayor "radicalidad"). ¿No cree que esa es, por lo menos, una de las fuentes principales de la desidia estudiantil, más allá de las pulsiones genitales?
1 de febrero de 2009 06:19

César Gómez dijo...
Antonio, no estoy de acuerdo con esa búsqueda del temor para el cumplimiento de los deberes de los estudiantes. Mi desacuerdo se origina en que el cumplimiento de la responsabilidad que uno asume al ingresar a la universidad no debe ser motivo de pánico. Algunos profesores se complacen en mostrar los estrictos que son y se regodean comentando el temor que producen entre los estudiantes. Esta actitud, en mi opinión, es mediocre. Estoy de acuerdo en que los horarios se deben cumplir, concuerdo contigo en que las notas deben ser asignadas con justicia (y con base vigesimal, porque hay mucho profesor que afirma que su tope es el 15 y que por eso es mejor profesor) y no puedo más que asentir ante tu preocupación ante la virtual inexistencia de concursos o incentivos. Pero mi crítica apunta a otro aspecto que considero más importante, estimado Antonio, y tiene que ver con el ejemplo de los docentes.Tenemos una abrumadora mayoría de profesores que asisten a clase, pero no escriben, que toman exámenes profundos, pero no participan como intelectuales en el mundo fuera de los muros del salón. Yo entré a estudiar Filosofía y no Historia de la Filosofía, que siendo una disciplina indispensable para la primera no es su fin. Qué grata sorpresa fue encontrar el blog de Gonzalo Gamio que activamente participa de la polémica sobre asuntos de interes general desde el punto de vista de un filósofo ¿te imaginas a alguno de los profesores que enseñan en San Marcos haciendolo? ellos prefieren desvelar a los alumnos con el temor al examen o decir frases rotundas para que su corro los celebre. Yo estudie 5 años en san marcos y nunca vi un debate entre profesores , pero un verdadero debate no una danza de palmaditas en la espalda.Si nunca he visto a un filósofo de verdad en la práctica, desenvolviendose entre las contradicciones de un intelectual en el Perú ¿como me voy a interesar genuinamente en la filosofía? ¿a punto de fotocopias? ta dificil estimado antonio

2 comentarios:

Jaimito dijo...

Sobre el primer punto de Francisco Ramos (¿qué quiero decir con miedo?):

En realidad me refiero al miedo de quedar como un perdedor, de no ser considerado como capaz. Claro que este miedo es una manifestación del miedo prehistórico: el miedo a la muerte.

¿El miedo degrada? ¿Todo el desarrollo del hombre no se dio acaso por el temor a no morir?

Discursos teológicos dijo...

Un análisis inteligente para los que enseñan que a Martin Heidegger o a cualquier filósofo solamente se los puede entender leyéndolos toda una vida.Saludos, sigo con problemas en mi MSN. Si deseas puedes llamar a mi cel.