A vosotros no les aconsejo el trabajo sino la lucha.
A vosotros no les aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Vuestro trabajo debe ser
lucha y vuestra paz, victoria! Solamente armado con arco y flecha es como puede
callar y estar quieto; de lo contrario se parlotea y se protesta. ¡Vuestra paz
debe ser victoria! ¿Qué la buena causa santifica hasta la guerra? Yo les digo
que la guerra santifica todas las causas. La guerra y la valentía han hecho
cosas más grandes que el amor al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra
valentía han salvado ahora hasta ahora los accidentados. Preguntáis “¿Qué es
bueno?”. Ser valientes es ser buenos. Dejad que las niñas digan: “Es bueno lo
que es bonito y enternece”. (NIETZSCHE)

miércoles, 11 de junio de 2008

LA FUNDAMENTACIÓN


Una introducción al pensar de Platón

Empecemos desde lo más simple y cotidiano y veamos qué nos trae a nuestra memoria cuando mencionamos la palabra “fundamentar”, a la vez también pensemos en sus semejanzas con otras palabras, como son las palabras “cimentar” y “servir de base” que están más cercanas a la significación práctica. Pensemos en el cimiento de una casa, en la base del edificio, y encontramos que es una especie de masa informe que sostiene toda la estructura y que más profunda se hace en tanto la estructura sea más compleja y grande. En un edificio, por ejemplo, la base está como si no formara parte del edificio, de algún modo esta base “no es”, pues no aparece; el edificio, sin embargo, “es”, aunque sin la base este edificio no podría sostenerse, no podría ser. Imaginemos un montón de concreto de amplia longitud sin forma determinada sosteniendo a columnas, puertas, seres humanos, muebles, etc., es decir, sosteniendo cosas con cierta forma, con ciertos límites. Un cuadro tiene la forma rectangular, pesa dos kilos, es de madera, etc. A este objeto “que es” porque tiene delimitación, se le han marcado los límites. Del mismo modo una ventana, se dice de ella que es porque está determinada (de-terminar, cercar, conocer sus términos, sus fronteras, sus límites). En ese sentido una cosa no es cuando no es determinada, esto en el plano material, físico. Ahora si esta metáfora la llevamos al plano de la realidad entera en donde encontramos seres de diverso tipo y especie, ahí encontramos animales, plantas, ríos, cerros, casas, vemos que también ellos son seres determinados y que son precisamente porque están sustentados en algo, este sustento, este fundamento, esta idea de tener una base, se la figura como una amplia fuente en donde se posa todo ser. Es como un gran círculo (círculo lo decimos por llamarlo de alguna manera, pues en realidad el fundamento no tiene forma, no se lo puede determinar) en el cual dentro de ella están infinidad de puntos. Los puntos son los seres, toda clase de seres. Hay que notar que decimos “infinidad de puntos” porque si la cantidad de puntos fuera finita entonces el fundamento en donde están posados sería también finito; pero hemos dicho que la base no es determinada, o sea, no tiene términos. Ahora habría que agregar más, que en el caso del edificio se dice que es una estructura que está en su fundamento, y es una estructura estática, que no tiene movimiento. Pero cuando hicimos esta comparación entre el edificio y la realidad entera (el fundamento y los seres) no notamos que esta realidad no es estática, sino dinámica. Y si es dinámica, si adquiere movimiento, si vemos que una planta salga por sí misma del suelo y luego, más tarde, de ella surge un fruto, si notamos en el movimiento del sol, en los cambios climáticos, nos encontramos con una realidad que no deja de moverse. Entonces hubo quienes se preguntaron por este movimiento, por este fluir del mundo. Luego, también, en su actitud vislumbradora, hubo quienes vieron que en la realidad no todo es movimiento, sino que hay seres que no se mueven, seres decimos, porque tenían forma, como las estrellas, los planetas, etc. Y en verdad habría que asombrarse para saber cómo se les ocurrió que precisamente esos seres inmutables eran los causantes del movimiento. En aquellos tiempos estos seres “determinados” que no se mueven y que están en lo más alto eran llamados dioses, el dios Neptuno, por ejemplo, Marte. Así, pues, de forma vana creían que lo que se mueve es movido por lo que no se mueve. Ya mucho más adelante, muchísimo más adelante, hubo hombres extraordinarios que dijeron lo mismo pero en conceptos, que el móvil debe ser movido por lo inmóvil, pues si todo se moviese ¿quién sería el causante de ese movimiento? Pero esto aun no nos interesa, esto es muy divino para nosotros. Así, al concebir que estos “seres” llamados dioses que parecían no moverse, eran el fundamento de las que se mueven, otros más perspicaces decían que el mundo estaba posado (fundamentado) en las manos de estos Dioses. Estos dioses, al ser determinados, tenían ciertas características, forma, por ejemplo, un nombre, y además, eran de una cierta materia, tal vez diferente, más liviana digamos, o más resplandeciente, o más original, pero eran de materia. Y esta característica, creo, fue que significó su caído de estos dioses, pues hubo hombres más visionarios que los anteriores que se dijeron y que se preguntaron por los progenitores de estos, por sus formadores, por sus padres, es decir, habían de ser creados por alguien también. Fue entonces cuando se volvió a ver otras ves el fundamento, como algo informe, inmutable, no delimitado, infinito. Pocas veces, de veras, se encontraron los hombres con esta visión, fue algo curioso porque en las pocas veces que se encontraban con tal visión trataban de cogerlo (pues el hombre siempre quiere coger), tornarlo algo cogible, algo para mí, algo a la medida de mis facultades, algo para mi mano. Ustedes entienden, algo finito. Por tratar de cogerlo se olvidaron de la visión informe. Pero como ya los dioses estaban caídos para estos hombres (que por su forma de mirar amplia se colocaron por encima de los demás) creyeron que, así como todo lo movible muere, habría una salida para hallar el fundamento, y era buscando aquello que nunca muere, aquello que siempre vemos en todas partes, aquello algunas veces que nos hace posible la vida, como el agua, el aire, otras veces era más simple la visión del fundamento en la tierra, porque de ahí salía el sustento para vivir y cuando un ser moría se disolvía en la tierra. También se creyó que no solo era suficiente decir del fundamento que era una sola cosa, sino dos o tres o varias, vaya a saberse cuántas visiones del mundo se dieron. Pero se volvió a caer en el mismo error de hacer del fundamento informe un algo con forma. Así se supo guardar cierto recelo para hablar del fundamento y ya no decían que la causa de todas las cosas era esto o esta, sino que ahora seres más superiores dieron palabras diciendo lo que no era el fundamento, así, por ejemplo, se habló de que el fundamento no tenía límite y fue muy suspicaz, pues al hablar del fundamento ya no decía qué era, sino qué no era, con ese proceder no podría ser tomado a mal y no caería en el mismo error que los anteriores, dijo que el fundamento no debería tener límites y sonó algo así como apeirón, ¡vaya qué palabrita!, pues esta determinación del fundamento se anulaba así misma como determinación. Decir que el fundamento no es, que lo indeterminado se determina como apeirón es caer en contradicción, pero, claro, esto de contradicción se vio mucho más adelante. Sin embargo, ya estaba el germen de la nueva y rigurosa fundamentación que se dará a la realidad.

Hemos dicho que el edificio no se mueve, que la planta sí presenta cierto movimiento así como también el hombre. El hombre es precisamente el que se pregunta por el fundamento y es más fácil que él mismo se respondiera pues en él el movimiento se presentaba en acciones. Cada acto de él es muestra del movimiento, por lo cual podría interrogarse por qué se movió de tal manera y no de otra manera. Yo, un joven lector de tragedias, podría preguntarme por qué una opción es suicidarme al verme tentado a hacer cosas que están mal. Veo que mi acción, mi movimiento es empujado por una cierta deliberación interna, hay algo en mí que me dice que no debo moverme de tal o cual manera, hay algo que me dice cómo debo comportarme, como vemos es fácil ver que tenemos una cierta facultad deliberativa algo así como el que manda a mi cuerpo, el conductor. Se podría argumentar que quien causa mi movimiento es esa cosa que me conduce y que está dentro de mí y que al darle nombre sonó algo así como psiqué. Podría decirse de ella que es el vientecito que respiramos y que al morir (y se detiene nuestra vida) sale de nosotros. Esta psiqué tal vez sea de una materia muy liviana como el aire, sí, así como el aire, tal vez psiqué habría mentado el aire. Pero esta psiqué no podría ser la causa, el fundamento, porque es también algo determinado, y además cuando nosotros optamos por algo es porque nuestra psiqué obedece a otra cosa que no es ella, tal vez sea como la orden del príncipe que gobierna mi ciudad, así mi “airecito que llevo dentro” obedezca al del príncipe. Pero la voz del príncipe, esa ventisca que delibera, tampoco podría ser el fundamento o el causante de por qué yo me muevo y actúo de tal forma. Pero ahora que me acuerdo, el príncipe decía que sus órdenes no eran de él, sino que eran dictadas por los dioses. ¡Vaya! Claro, sí, por este camino, por este mar por donde navego buscando mi fundamento de mis acciones, es decir, no por el lado de la realidad que no soy yo, sino por el lado interno de mi ser, he vuelto a encontrar a los mismo dioses que otros habían encontrado antaño buscando desde fuera. ¡Qué tal rollo! Volvemos al principio, ya sabemos que los dioses no podían ser el fundamento. Entonces los hombres, y estos fueron pocos, que se encontraron con esta incertidumbre, no podían creer ya en lo que se canta del mundo, ni los cantos de los príncipes. Las órdenes de éstos príncipes deberían ser falsas o erróneas, ya que no se ha puesto una base verdadera a mis acciones, no se ha fundamentado bien. Al fin y al cabo esos no son dioses de verdad. ¿A quién obedecer para dirigirme en mis acciones? ¿Sigo según se mueve la mayoría? ¿Obedezco a la mayoría? Estas preguntas se hacía un hombre hace ya mucho tiempo. Pero la mayoría. La voz de la comunidad, se forma de la unión de la voz de cada uno, ¿y cada uno a quién obedece? ¿A sus intereses? ¿Han llegado a ver ellos sobre este problema de la fundamentación? ¿Siguen creyendo en aquellos dioses o ya no les importa nada? Cada uno, en estos tiempos, presionaba para que la mayoría haga lo que le conviene a él, y claro, el que convencía lo hacía o bien por las armas o bien por la palabra adornada; mejor era, para que no haya competencia, que se creyera que un dios daba las leyes, aunque este cuento era dado por los más grandes de la palabra adornada, pero para el tiempo en que vivía este hombre del que hablamos ya no se creían aquellos cuentos y de tal modo había un clima tal de hostilidad vana que este hombre se alejó por un tiempo de este mundo de controversias infundadas. En la guerra de conveniencias se llegó a ciertos acuerdos y se colocó al nomos como el fundamento de la ciudad. Este fundamento, qué tristeza, dio muerte a un amigo muy querido del hombre del cual hablamos. El amigo y maestro era un hombre perfecto y vean qué grave contradicción se dio, que un hombre perfecto sea tomado como malo (y por ello lo mataron), por las órdenes éstas llamadas nomos, que se tomaron por convención. Lo malo no era el maestro, sino la convención, pensó nuestro personaje, fue cuando decidió buscar una salida a este relativismo. El problema del relativismo es porque no tenía un fundamento.

Es así como este hombre decidió navegar buscando al dios verdadero por una travesía que nadie lo había hecho, se había enterado de los mapas anteriores que sirvieron de camino a los profetas de antaño y que, sin embargo, fueron vanos esfuerzos de fundamentación. En esta segunda navegación en la historia de los hombres fue cuando se descubrió un mundo nuevo, un mundo de verdaderas divinidades. Sabía que si les preguntaba a unos de estos hombres creadores del nomos y la convención sobre algo, por ejemplo, sobre la labor del hombre en el mundo, entonces como ya sabemos que la convención es producto del relativismo, este iba no iba a poder responder, sépase que el preguntar pregunta por la causa. Sin embargo, a través de los años se sabía de alguna forma oscura cuál era la tarea del hombre en el mundo, así si se preguntaba sobre qué cosa era un hombre valiente no podría señalarse con el dedo a un hombre valiente. El hombre valiente está ahí pero su ser evocaba a alguna base por el cual este hombre es valiente. Así también en el plano de la realidad natural si vemos una manzana sucede que a veces uno se pregunta sobre quién lo ha convertido en una manzana, o en nuestro propio caso, también nos preguntamos quién nos hizo así como somos. Esta pregunta por la causa de algo, de una manzana o de un valiente, suena una búsqueda por el que le da su ser, por un poder que hace que una cosa sea de tal o cual manera y, de manera radical, por el que le da existencia. Un justo y otro justo tienen algo en común, la justicia. Una manzana y otra tienen algo en común, la Manzanidad. Pero este hombre ya sabía que la causa no podría ser algo material, ya que había escuchado que los anteriores visionarios la habían dicho y no se habían dado cuenta que toda cosa material tiene movimiento y por lo tanto muere y si muere no es fundamento. El fundamento no debe tener movimiento. Es así que el fundamento de mi acción justa es algo así como algo inmutable que no es materia, es decir, La Justicia. La idea de justicia como la idea de manzana, como la idea de hombre y la idea árbol, eran las causas de que un hombre sea justo, de que una manzana sea manzana, de que un hombre sea hombre. Pero estas ideas al ser inmutables entonces no pertenecían al mundo material. Debían pertenecer a otro mundo. Fue así como se descubrió el mundo metafísico. Se dividió la realidad en dos: lo natural y lo metafísico.

Pero hay una cosa más que agregar a esta forma de hablar del fundamento. El fundamento, se había dicho, que era apeirón, y por ello mismo no podía tener límite. La idea de límite es la unidad, todo cosa que es, es una. Pero el fundamento no es, es precisamente el que da ser, da unidad. Las ideas dan unidad a las cosas desperdigadas, pero ella misma es unidad, y por lo tanto, también es, y un ser no puede ser fundamento. De esto se dio cuenta nuestro hombre. Lo que había hecho hasta este momento era dividir la realidad, en seres materiales y seres ideales, pero aun no había resuelto el problema del fundamento a cabalidad. Y es así como lo resuelve. La realidad es jerárquica, de tal modo que uno fundamenta a un ser más bajo y este es fundamentado por algo más alto. Llega a concebirse la idea de fundamento como importantísimo tanto para la vida política y ética, como para el conocimiento del mundo. Por ello el fundamento de cada cosa debe ser algo bueno. Mientras más alto sea el fundamento más alta es la bondad. El fundamento o la explicación de las cosas materiales son las ideas, pero estas ideas también son fundamentadas por algo más alto y que es lo más bueno que hay. A esto se le llamó el Bien. Nombrar algo es determinarlo. El mundo de las ideas es necesario, es siempre y nunca cambia, en este mundo no puede haber contradicción. En cambio, en el plano de las cosas materiales anida el movimiento, el plano de la contingencia. Anteriormente se había dicho que en el instante de coger el fundamento a la vez se caía en contradicción, pues es una contradicción coger lo que no puede ser cogido. Por ello el fundamento no podría estar en el mundo de las ideas porque en este mundo domina la necesidad, la tautología, pero no la contradicción. Este Fundamento, dador de ser, tampoco sería ideal porque es algo que es y que no es, un contrasentido. Por ello no se lo puede nombrar, no se podría darle logos, porque al nombrarlo le daríamos ser. Cuando nuestro personaje, un hombre ancho de espaldas, se dio cuenta que el fundamento no puede ser nombrado, tal vez se halla arrepentido al llamarlo Bien, pero superó esta dificultad diciendo que este Bien no puede ser cogido ni por las manos, ni por la mirada solamente, sino es algo que al servir de fundamento a lo material y a lo ideal debería ser percibido con todo lo que tenemos de ideal y material, con nuestra percepción y con nuestra mente, es la contradicción misma, lo necesario y lo contingente, es y no es, es el Ser. Al intuirlo se intuía al verdadero Dios. Con la mente se coge la unidad y con la mano se coge la unidad. Este fundamento no es uno, sino todo a la vez y uno. En tal enredo calló Platón por pronunciar lo impronunciable.


(2008)

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