La mayoría nunca tiene la razón, por eso el resultado de unas elecciones generales o municipales nunca elige a los políticos mejor capacitados. El voto de la mayoría importa solamente para calmar la sed de revancha, de rebelión; pues, si la mayoría ha votado por tal personaje, ya no tiene por qué quejarse. Sin embargo, tal método no sirve para determinar el mejor gobierno. En ningún lado, el voto de la mayoría es el mejor, solo es una táctica para que luego no se estén quejando de la decisión tomada.
Para votar bien, en primer lugar hay que haber vivido en ese mundo, donde entre personajes del mismo ambiente pueden haber conocimiento de sus pensamientos y actitudes. Si solo elegimos en base a la información que nos transmiten los medios de comunicación estamos eligiendo muy mal, pues nuestro voto está manipulado. Y si nos vamos a un mitin donde no hay intermediarios entre el político y el elector, entonces está la manipulación retórica, donde el lenguaje adornado hace de las suyas.
Para votar bien, en primer lugar hay que haber vivido en ese mundo, donde entre personajes del mismo ambiente pueden haber conocimiento de sus pensamientos y actitudes. Si solo elegimos en base a la información que nos transmiten los medios de comunicación estamos eligiendo muy mal, pues nuestro voto está manipulado. Y si nos vamos a un mitin donde no hay intermediarios entre el político y el elector, entonces está la manipulación retórica, donde el lenguaje adornado hace de las suyas.
Imagínense la doble manipulación, la retórica del político y las imágenes maniatadas de la televisión. ¿Cómo podríamos elegir si no hemos vivido en ese ambiente? Por ello, muchas personas han renegado de la política y se sienten impotentes al no saber a quién elegir porque no están seguros de nada.
Y el tercer inconveniente para poder elegir bien se da en la naturaleza misma de la política: lo político habla es una ciencia humana que intenta solucionar los problemas que rodean a una comunidad, y estos son problemas de índole religioso, ético, económico, técnico-científico, económico, etc. Pero todo ello, para la vida buena de la comunidad. El fin es la comunidad buena. Ante esto, ¿qué es lo bueno?, ¿qué es el bien?, incluso ese bien relativo que es para nosotros, ¿cuál es? ¿Qué nos mejora como humanos? ¿La espiritualidad con toda la enajenación que trajo consigo? ¿La materialidad con toda la bestialidad que trae a sus espaldas? ¿Seguimos a los cristianos, a los pensadores, a los empresarios, a quién? Tantos problemas capitales trae consigo una simple propuesta política y yo me pregunto si el pueblo, la mente de la mayoría, está capacitada para discernirlo.
Tal vez esté mal la democracia misma.
JAIME PEREYRA
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