A vosotros no les aconsejo el trabajo sino la lucha.
A vosotros no les aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Vuestro trabajo debe ser
lucha y vuestra paz, victoria! Solamente armado con arco y flecha es como puede
callar y estar quieto; de lo contrario se parlotea y se protesta. ¡Vuestra paz
debe ser victoria! ¿Qué la buena causa santifica hasta la guerra? Yo les digo
que la guerra santifica todas las causas. La guerra y la valentía han hecho
cosas más grandes que el amor al prójimo. No vuestra compasión, sino vuestra
valentía han salvado ahora hasta ahora los accidentados. Preguntáis “¿Qué es
bueno?”. Ser valientes es ser buenos. Dejad que las niñas digan: “Es bueno lo
que es bonito y enternece”. (NIETZSCHE)

lunes, 20 de octubre de 2008

METAFÍSICA Y LÓGICA



Reflexiones a partir del prólogo y del primer aforismo del libro de Ludwig Wittgenstein: TRACTATUS LÓGICO-PHILOSÓPHICUS




I

Quisiera, con el permiso del profesor, redactar este artículo a título personal y combinar ideas de tal modo que se enlacen mis intereses filosóficos y prácticos. Esta es una excelente ocasión para replantearme la pregunta sobre cómo debo comportarme como filósofo, cuál debe ser el objeto de mi interés y por el cual empezaré a investigar.

En la misma universidad San Marcos se puede ver estas dos tendencias que recorren a lo largo de toda la historia de la filosofía, hay profesores metafísicos y hay profesores lógicos, así como hay ingleses y alemanes. El plan de estudios de la escuela de filosofía de San Marcos me ha llevado a tal punto que me encuentro en el cruce mismo de estas dos tendencias: el interés por la metafísica o el interés por la filosofía del lenguaje. Si no hubiese sido por Wittgenstein, tal vez me hubiese decidido por la metafísica, pero ahora el caso está en que Wittgenstein prácticamente, al parecer, a demolido todos los soportes en que me sostenía, ha puesto en duda las teorías que me había creado para solucionar o explicar problemas. Y esta es el punto en que las refutaciones de Wittgenstein ya no solo son especulativas, al pensador que las entiende ya no solo le hacen parpadear como si no cambiase nada, sino que ponen en vilo toda su vida. Pues los problemas prácticos, explicaciones que me daba para entender por qué el mundo es así y por qué fue diferente antes, etc., los problemas con lo trascendental, con la guía para mi vida, con Wittgenstein se hacen a un lado y uno se queda de pronto en la nada, y uno se vuelve a preguntar ¿y todas mis teorías?

Por otro lado con la filosofía al estilo anglosajón o como la quiere hacer Wittgenstein no resuelven los problemas que me cuestiono, y no hablo aquí de problemas de un enfermo, sino problemas que buscan una explicación de las cosas que verdaderamente interesan al hombre, ¿de qué me sirve resolver problemas que no interesan al hombre?, los mismos problemas que Platón, Aristóteles, Descartes, Nietzsche, Marx, etc. intentaron resolver. Esos problemas, por el cual yo había creado sistemas para resolverlos, aparecieron de nuevo. Los problemas del que hablo son de índole filosófica, no científica. Considero que los problemas científicos son parciales y los problemas filosóficos son globales, es decir, engloban al hombre con el todo, con la naturaleza, con lo trascendental, consigo mismo, con los otros hombres. Y esto no es otra cosa que metafísica.

Ante tal situación, y eso es lo bonito de la filosofía, uno replantea otra vez sus supuestos. Entonces me doy cuenta de que los dos tipos de quehacer filosófico son los siguientes: los que resuelven problemas y los que se preocupan en que las soluciones a tales problema sean claras, o sea, cómo puedo trasmitir algo de manera clara y concisa y que todos la entiendan, que no contengan oscuridades ni sirva para engañar. La idea de crear una estructura mental para explicar los problemas globales de índole filosófica o la idea de buscar un lenguaje universal. Leibniz me parece un caso interesante, porque ante él se funden estas dos tendencias; es, por un lado, un metafísico, y, por otro, un lógico (uno que busca un lenguaje universal).



II

Ahora veamos, analizando solo el prólogo y el primer aforismo de su TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS, cómo Wittgenstein también está resolviendo esta misma cuestión que yo quiero resolver, y solo así me siento dialogando con él y cumpliendo lo que él pide ante todo para entender su obra, que hayan pensado alguna vez por sí mismo los pensamientos que él expresa en su libro.

Lo más interesante del prólogo es esto: “El libro quiere, pues, trazar un límite al pensar o, más bien, no al pensar, sino a la expresión de los pensamientos”. Están estos dos elementos importantes, el lenguaje y el pensar (o la expresión de los pensamientos). Es cierto que solo podemos trazar un límite al lenguaje, o mejor dicho, delimitar lenguajes, por ejemplo “yo quiero delimitar un lenguaje computarizado”, y todo lo que está fuera de él es absurdo. Es lo que podemos entender, porque bien sabe Wittgenstein que con el lenguaje podemos hablar muchísimas cosas. ¿Qué pasa con el lenguaje de la poesía? ¿Qué con las frases que se dan en ella? Son absurdas. Por ello es que suponemos que Wittgenstein no traza el límite de “El Lenguaje”, sino los límites de “cierto lenguaje”, de un sistema de signos y reglas que nos creamos para entender el mundo sin hablar cosas absurdas. Es lo mismo que dice el profesor José Carlos Ballón, es una vitrina, el espacio lógico, para entender el sinsentido del mundo. El “huaipe” del que se habla en clase puede ser dicho de manera simple y clara con “un” lenguaje especializado. Espero no equivocarme al interpretar así. No es un límite al “lenguaje” en general, lo que Wittgenstein trata, sino un límite a un “lenguaje especial”.

Por otro lado, con esta posición, Wittgenstein reduce todo al lenguaje. Pero esta tendencia de reflexión sobre la mente misma, que empezó allá por los inicios de la edad moderna, todo esos estudios sobre el entendimiento humano, o críticas de la razón que se dieron, terminando con Wittgenstein con su delimitación del lenguaje, se dieron mayormente por un motivo: justificar la metafísica, o en todo caso, eliminar la metafísica. Las anteriores investigaciones de este tipo no vislumbraban mucho la diferencia, como la vio Wittgenstein, entre el pensar y la expresión del pensar, tal es así que en estas obras se pasaba de analizar casos eidéticos (dicho a lo Husserl) a análisis lógicos. Lo que incumbe a la metafísica es tanto el pensar como el lenguaje. Si uno lo reduce solo al lenguaje, la metafísica no tiene más remedio que eliminarse. Pero lo que se hizo por tanto años no puede ser eliminado así de fácil, porque hay que ver también qué lo puede justificar. La metafísica al tratar con objetos globales (mundo, hombre, Dios, etc.), necesita trasmitir esas visiones en el lenguaje, pero el lenguaje solo coge (de su etimología: legein-logos, recoger) cosas individuales, es decir, no podemos expresar en el lenguaje tales entes del que habla la metafísica, porque no pueden ser experimentados, y lo que se experimenta solo se experimenta individualmente. Por ese lado, no debe haber metafísica. Pero es, precisamente, por el lado del pensar (ver, del griego eido) por el cual posibilitamos la metafísica. Porque es cierto que podemos “ver” el mundo en su totalidad, podemos captar la totalidad, podemos pensar no en una cosa experimentable como por ejemplo una silla, sino que también pensamos en el mundo, en Dios, en todas esas cosas. El problema está en traducirlas a un lenguaje. Y por qué no, también, ya que es posible, crear un lenguaje con reglas específicas para trasmitir esas cosas.

En esencia es eso, hay un “ver” y hay un “coger”. Es como dice Husserl, podemos captar un objeto en particular, pero detrás de ese objeto hay un fondo indeterminado, esas son precisamente las visiones metafísicas. La cosa está en trasmitir tales visiones.

Con ello, no dejando a un lado el lado eidético del pensar, puede la metafísica justificarse. Pero si todo lo reducimos al lenguaje, entonces, no hay nada que hablar. La metafísica es importante, como lo menciona Kant, para la razón práctica, sin tales visones no podemos resolver los problemas humanos.


III

Respecto al aforismo primero, es necesario comentar aquí, que un lenguaje abarca más descripciones si se ocupa de relaciones más que de objetos. Si lo que quiere Wittgenstein es crear un lenguaje universal con la cantidad mínima de reglas y variables, entonces una lógica de relaciones es lo mejor. Las relaciones son, digamos, configuraciones de objetos, son, dicho claramente, “hechos”. Por ahí podemos más o menos interpretar la intención de este filósofo. Decir que el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas, no es más que para quitarse de muchos problemas que traía un lenguaje de primer orden o de cosas.

Habíamos dicho en la sección anterior que podemos ver tanto lo determinado, como lo indeterminado (el fondo). El mundo, al decir de Wittgenstein, al ser los hechos en el espacio lógico, tiene una forma delimitada. Podemos coger el mundo, o sea, los hechos finitos en el espacio lógico. No podemos coger “el huaipe”. No podemos traducir a un lenguaje las visiones metafísicas. Lo que cogemos con el lenguaje es un conjunto o sistema de constantes y variables. Fuera de ese sistema está el fondo, la visión global, la visión trascendental, que con los lentes de Wittgenstein son cosas absurdas.

Puedo entender aquí una cosa muy importante. La visión global que tiene la metafísica se justifica por otra cosa muy importante: toda suceso o cosa tiene su causa y esta causa no es ni un suceso ni una cosa. Leibniz había llamado a este principio el de “razón suficiente”. Aristóteles había postulado la idea de “motor inmóvil” para decir que toda cosa no puede ser movida por otra cosa, pues así se iría al infinito, por lo tanto debería haber algo que mueva sin moverse. Platón explicó el mundo de las ideas y el mundo natural por algo que no era un ser, por la idea de Bien, que al caso, no es una idea. Las tesis para probar la existencia de Dios se basan principalmente en el hecho de que cada cosa tiene su causa, de tal modo alguien o algo debió causar o crear el mundo. En los últimos años, Martin Heidegger, propuso como la tarea principal del pensar el acercarse al Ser, es decir, al fundamento de los entes. Es decir, solo es posible hablar de metafísica si no anulamos este principio, que cada hecho o individuo tiene una causa, y esta causa no es un individuo. Para los filósofos de origen mayormente anglosajón, el conocimiento solo es conocimiento si el objeto a conocer es algo individual, o en todo caso es un hecho particular. Ser es percibir. Todo ser para que sea ser debe ser percibido. Lo que se percibe es una unidad, algo delimitado. Pero el fundamento no puede ser un individuo o un hecho particular o delimitado, ¿entonces no puede ser percibido? En conclusión, los objetos de la metafísica no existen, y una ciencia que se encarga de tratar objetos inexistentes, es vacua y testaruda, así también opinaban los antimetafísicos. Tenemos estas dos opciones o creer en los entes sin ningún fundamento, o creer en que cada ente tiene un fundamento, o sea, un ser.
El mundo del que habla Wittgenstein es un conglomerado de hechos, sin ninguna conexión; todos, digamos, son entes, falta su Ser. De ahí que las tendencias teleológicas, o las causas finales de bien y mal no aparecen en el mundo de Wittgenstein, a el mundo se le ha quitado su trascendencia (su visión totalizadora e indeterminada) y se ha quedado en lo determinado, en el mundo como totalidad de hechos atómicos.

Lo que se nos olvida acá es que podemos tener la visión de infinito, la idea de infinitud, por ello se explica que hayan existido ideas de dios, del mundo en su totalidad, del sujeto opuesto a otro sujeto, esas visión no pueden ser desechadas.

Los problemas que aparecen en el hombre son de índole trascendente y particular, si hay que justificar la filosofía es precisamente viendo la posibilidad de crear un juego del lenguaje para explicar la dinámica que se da entre estos objetos metafísicos.

Con un conglomerado de entes (o hechos) sin ningún fondo no resolvemos muchos problemas, tan solo los de la ciencia, o sea, los de interés secular.

1 comentario:

Antonio Ramirez-Victorio dijo...

Es una gran cosa, de justa mención, el ver que un pregraduando de Filosofía, UNMSM, ensaya, con mucha seriedad, unas reflexiones sobre Wittgenstein. Felicitaciones. Con todo, recomiendo una relectura del aforismo pensado y, en general, de los archivos wittgensteinianos, hoy muy facilmente ubicables -más allá de todo lo ya pyblicado.
Un abrazo.
A.
P.S.: A propósito de Wittgenstein, visita el blog:
http://catedra-iberoamericana-wittgenstein.blogspot.com/