Resumen y comentario de la "Manifestación Histórico-Política de las Causas de la Revolución Americana" (“El folleto de las 28 causas”, 1816) por José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete
El ambiente en que vive José de la Riva Agüero se caracteriza por el entusiasmo que ha provocado la Revolución Francesa. A partir de entonces, todo país que se sentía oprimido no hacía otra cosa que cantar los postulados franceses de libertad y criticaban los poderes absolutos y tiránicos; en el caso del Perú, la gran masa de indios y mestizos llegará a un grado máximo de impaciencia y lo que hace el ideal francés es fundamentar el levantamiento, pues de tanto gemido y de tanta indiferencia, no había de tener otra salida sino la revolución.
Pero unos pocos años antes, los peruanos oprimidos no habían sentido ese derecho de revolución, no sabían qué era derecho a la vida, ni derecho a la libertad. Fue los ideales de la revolución francesa que dio a los vencidos una idea de respeto; se sintieron con la autoridad de pedir respeto por una simple cuestión de razón, porque nuestra esencia es racional. El hombre americano se había concebido siempre como esencia una especie de combinación entre el cuerpo y el alma y todas sus manifestaciones eran ejemplo de que en ningún momento despreciaron el trato con el cuerpo. Es con la llegada de los occidentales cuando la idea del hombre empieza a cambiar, poco a poco el ser que se concebía como cuerpo y alma ya para el año de 1800 se sentirá como un ser cuya esencia es racional. Basta eso para que se crea igual a todos los hombres y por derecho de igualdad pedirá respeto a su vida y a sus bienes.
Es José de la Riva Agüero quien se presentó como mensajero de los ideales franceses. “El folleto de las 28 causas” es un escrito donde prima la idea de que el hombre americano también tiene como esencia la razón. Esto es más o menos lo que dice:
LA SOCIEDAD CIVIL TIENE COMO FINALIDAD LA FELICIDAD DE SUS INTEGRANTES
Los estados americanos como el Perú tienen la categoría, según Riva Agüero, de sociedades civiles, que se gobiernan bajo un sistema de leyes; a partir de éstas se sabe lo que es justo o no. Es de suponer que Riva Agüero haya pensado, como es lógico, que estas sociedades se han originado a partir de un contrato (el contrato social). Esto hace pensar que alguna vez tanto los españoles y los americanos decidieron por conveniencia unirse y firmar un contrato o una constitución. Lo cual es falso, pues nunca hubo un contrato, ya que todo contrato no se hace por la fuerza. La unión por la fuerza no provoca de ningún modo un contrato. El español tomó por la fuerza el territorio americano. Pero en aquellos tiempos lo que dominaba era la ley de la guerra, es decir, el vencedor tenía todo el poder y derecho de hacer lo que quiera con el vencido.
El contrato, o la unión, según Riva Agüero, se da por interés y necesidad. Por otro lado, también nos dice que la guerra lleva a la conquista y la conquista a la preservación. Aquellas cosas, como volvemos a resaltar, son supuestos de Riva Agüero dominado por la cultura ilustrada y la revolución francesa. Ya que nada impide al conquistador destruir su conquista ni nadie obliga al vencedor a que haga un contrato a favor del vencido.
El favor es decisión del vencedor, no una obligación absoluta. Claro está que este modo de proceder llevaría a la anarquía mundial, por eso ya desde mucho tiempo atrás se habló de ciertas reglas de guerra. No evita que se hagan pactos o arreglos, pero esto no se fundamenta en derechos absolutos, como el derecho natural. No existe tal cosa como un derecho a la vida. Otra cosa es el hecho de que a un tirano le puede ir mejor si actúa en favor de subordinados, quizás sea lo mas correcto, pero de ningún modo es un derecho, algo por el cual nosotros exigimos que respeten nuestras vidas por cierta ley universal.
La primera fundamentación para la revolución americana es que si el subordinado, es decir el americano, no puede cumplir sus dos principales derechos (el derecho a la vida y el derecho a sus bienes), ya que sin estos derechos no puede vivir tranquilo ni puede vivir feliz, entonces una revolución contra el tirano es justificada, y es justa porque no hay otra salida cuando la existencia misma peligra. Se entiende que este argumento esta bajo el supuesto del contrato.
Una revolución en tal situación es valida. Es una reacción natural cuando un ser siente la opresión. Aquí no vemos una petición de derecho, es lo más normal. Es lógico que si alguien me está pegando yo reaccione también violentamente para preservar mi vida.
Pero de lo que no estamos de acuerdo es que el perdedor en una guerra pida que se le respeten ciertos derechos humanos. Es como si los americanos le dijeran a los españoles: hazme feliz o te dejo. Los americanos exigen a los españoles felicidad, como si los americanos no hubieran perdido la guerra. El que pierde no tiene ningún derecho, salvo el favor del vencedor. De ahí que la revolución no se justifica porque los españoles no tengan los mismos derechos que los americanos o porque no les hagan felices. La revolución se justifica simplemente porque no queda de otra salida cuando la existencia peligra.
TODOS LOS HOMBRES SON IGUALES
En varios trabajos presentados siempre he resaltado la idea de que el hombre se concibe como igual a todos los hombres cuando su concepción de ser humano tiene como esencia el ser alma (o razón).
El concepto de igualdad inmanente en la obra es un tanto extraño. El precursor de la independencia del Perú no ha hecho otra cosa que criticar la forma o modo en que los jefes españoles gobiernan y no el hecho mismo de ser gobernados. El hombre libre, igual a todo hombre, se reúne con otros hombres libres y deciden poner un gobernante que haga respetar sus derechos. Esto es cierto. Pero los americanos nunca pusieron como gobernante a un español. Y es raro porque es como si los americanos se creyesen ese cuento. Sin embargo, por otro lado, la idea del americano es alguien que se siente dependiente. Así, no piden que los extranjeros se vayan, sino que el gobernador extranjero sea un poco más bueno. Reclaman no el derrocamiento del poder español, sino más bien que los españoles no sean tan malos. ¿Entonces como así es que sintiéndose dependientes crean ser libres? De ahí lo extraño del concepto de libertad. No encontramos un espíritu verdaderamente libre a semejaza del espíritu griego que prefería morir antes que vivir como esclavo.
La libertad, la igualdad y la razón no son posibles si me concibo dependiente.
Riva Agüero no pide libertad en el sentido griego, pide más bien compasión para los americanos. Pide un poco más de consideración, pero ¿por qué? Porque somos iguales, dice. Es difícil entender esto que alguien que se concibe igual esté pidiendo igualdad. Porque la revolución americana, y esto entiéndase bien, no se da por un deseo de libertad genuino, se da, en cambio, porque no había otra salida al ver que los españoles no tienen compasión.
SE ACEPTA LA DOMINACIÓN ESPAÑOLA SIEMPRE Y CUANDO HAYA JUSTICIA
El Perú parece a una mujer que acepta estar con un hombre siempre y cuando este hombre le haga feliz. Pero lo que no entiende es que este hombre nunca le ha seducido, nunca le ha pedido nada: simplemente la violó. Al Perú lo violaron. La metáfora se puede llevar a más, pues después del ultraje piensa que le hicieron con amor; la apariencia del amor la hicieron los misioneros cristianos, pero esto no quita la crueldad con el cual se desquició a millones de habitantes. Lo peor de todo es que acepta tal ultraje y lo acepta con cariño siempre y cuando le hagan feliz. Aquí vemos como es de pasivo el Perú. Como se parece tanto a una mujer que persigue enamorada a quien la desvirgó.
Riva Agüero culpa al mismo gobierno (al virrey y sus visires) de ser causantes de la revolución. El virrey no supo ganarse el respeto de la población y por eso tiene como merecido el levantamiento: la separación absoluta.
En uno de los párrafos Riva Agüero habla de un oficial español llamado Calleja que resume todo lo que tiene el español en sus intereses:
“No tengo otro consuelo que dentro de un año toda la América ha de ser nuestra, y las posesiones se han de quitar a los americanos y se repartirán entre nosotros. Entonces los picaros americanos nos han de pedir la vida por misericordia y nos han de servir de rodillas”.
Esta forma de hablar es aceptada por Abascal. La cuestión es bien clara, estos españoles no tenían en mente un cierto contrato para vivir felices con los americanos de igual a igual. Lo único que querían es exprimir América de todos sus objetos valiosos e irse. El problema y el engañado es el espíritu religioso, cuántos sacerdotes fueron timados con el cuento de ir a América y hacer que los naturales viven en el reino de Dios con los occidentales, el interés religioso. De ahí que los peruanos se hayan sentido traicionados porque esa felicidad prometida por la religión solo eran cuentos, pues al conquistador no le interesaba otra cosa que talar y talar la selva virgen (así como violar) para después irse.
Aquí vemos dos clases de conquistador. El primer tipo sería como el bárbaro Atila, aquél que donde pisaba no crecía la hierba; este el conquistador que deja desierto cada pueblo y se va a seguir conquistando. El otro tipo sería el del conquistador que preserva su conquista; también se podría decir que el conquistador a la vez es conquistado. Lo preserva o bien por amor o bien por interés. El español siempre conservó su conquista por interés, al fin y al cabo su intención ha sido sacar provecho de todo cuanto podía en nuestro territorio y a la vez destruirlo. ¿Pero por qué no lo destruyó de una sola guerra? El problema está en que lo valioso en el Perú nunca dejó de acabarse.
En esta parte del mundo nunca se dio una conquista de enamorado como podría decirse. El enamorado conquista dejándose llevar por la bondad y la belleza de su presa, no lo destruye, sino que le hace florecer, le hace rendir los mejores frutos. Es evidente que esta no destrucción de la conquista es el origen del contrato moderno (Hobbes). La filosofía moderna no es otra cosa que el triunfo del cristianismo y de las masas, de la gran masa de vencidos (en todo sentido la mujer siempre pierde las guerras) y de pasivos que piden ser conquistados, pero no dañados. Que yo sepa la conquista, en sentido radical, es la destrucción del otro y la preservación del yo. Conquista es una palabra que se da en el plano del cuerpo, nuestra animalidad es la que guía. ¿Acaso no sería lo mismo decir, al mismo estilo callejero: mojas y te vas?
(2007)